Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Padres y docentes en la mira

En Cómo ser buenos padres, el psicoanalista Fernando Osorio plantea la necesidad de regular los reclamos infantiles y no ceder a ellos en forma inmediata: la satisfacción urgente de una demanda anula la capacidad creativa de los chicos, sostiene, a la vez que la frustración es una instancia necesaria para la construcción del deseo.
Inmersos en una sociedad que debilita el valor de la intuición y la experiencia, padres y docentes se confrontan hoy con un escenario que desdibuja sus responsabilidades y magnifica el accionar de la medicina y la psiquiatría, sostiene el también autor de Bullying (Urano), que resignifica al acoso escolar como resultado de una problemática previa no resuelta.

Presentado como un manual que elude el abordaje ortodoxo, "Cómo ser buenos padres" -editado por Planeta- visibiliza las dificultades para ejercer la paternidad y las distorsiones que se producen en torno a la idea de castigo, según el autor reducido hoy a un mero accionar punitivo.

"Hay que reposicionar a los padres en un lugar de saber y de autocrítica -sostiene Osorio en entrevista con Télam-. Cuando un chico se aburre en el aula, el docente no tiene que preguntarse qué le ocurre al chico sino también por qué se aburre en su clase. Cuando un hijo no le hace caso a su padre, este debería interrogarse no sólo que le está pasando a su hijo sino también a él mismo que no logra posicionarse en un lugar de respeto y amor".

- Télam: La intuición y la experiencia regían antes la crianza, pero hoy los padres parecen recostarse en profesionales de la salud y la educación para ejercer su rol ¿Qué factores llevaron al debilitamiento de esa autonomía para definir un modelo de crianza?
- Osorio: La globalización ha transformado a los adultos en sujetos ingenuos, en individuos torpes y con falta de criterio. Se ha suprimido la posibilidad de tener una posición crítica ante determinados hechos en pos de una corriente que ha desdibujado el rol tradicional de los padres y les inculca que deben consultar a un "especialista" para saber cómo proceder con sus hijos.

Esto se vincula con la tendencia a la medicalización de la población, un fenómeno que lleva 15 años. Hoy prácticamente no queda conducta ni comportamiento que no esté patologizado. Así, a un nene que se portaba mal antes se lo catalogaba como pesado o contestatario, mientras que ahora esas conductas se han transformado en trastornos que deben ser paliados con medicación.

- T.: ¿En qué medida estas lecturas provocan que padres y docentes se sientan escindidos de su responsabilidad?
- O.: "Vos no tenés la responsabilidad, lo que le ocurre a tu hijo es una cuestión metabólica, genética, congénita, etc...", es la lectura implícita que sobrevuela los diagnósticos que reciben padres y docentes ante el surgimiento de una problemática. Muchos compran ese discurso porque los desreponsabiliza de lo que implica el movimiento subjetivo de una persona, el trastorno del ánimo y la conducta.

Al bullying, por ejemplo, se le está dando un enfoque epidemiológico. Rápidamente se dictamina que los chicos que lo ejercen tienen un trastorno negativista desafiante o disocial. Estos trastornos se tratan con medicación, por lo tanto si yo a un docente le digo que un chico está enfermo desde el punto de vista metabólico o genético, este docente pide que lo lleven al neurólogo y se desentiende.

Otra cuestión que está teniendo mucho auge son los problemas atencionales en los chicos. Están muy ansiosos, agresivos y no prestan atención. Y en lugar de pensar qué aspectos de la crianza o de la educación se juegan, qué cuestiones de la dinámica en la que ellos viven intervienen para generar esas conductas, la epidemiología posmoderna propone que lo pensemos en términos de enfermedades o trastornos, una manera de desentender al entorno.

- T: Algunos padres apelan a la supresión de bienes concedidos de antemano como una forma de castigo o límite. ¿Son aconsejables este tipo de modalidades que tienen carácter punitivo pero no contemplan la reparación del daño?
- O: Estas conductas estimulan la omnipotencia de creer que se puede tener todo y que existe la satisfacción inmediata. La consecuencia más visible es la imposibilidad de soportar la frustración y la transformación del chico en un tirano que, en la infancia tiraniza a los padres y después va a tiranizar cuanto vínculo intente establecer hasta que alguien le ponga un límite.

Cuanto más temprano podamos mostrarles a nuestros hijos y alumnos que la frustración es una estructura que hay que incorporar como parte de la vida, vamos a lograr sujetos más armónicos, más tolerantes y más preparados para el mundo que se viene.

No debemos hablarle a nuestros hijos para que nos hagan caso. Si eso ocurre mejor, pero en principio les hablamos para que incorporen una voz que se transformará más adelante en una conciencia moral o en un sentimiento de culpabilidad que le será útil cuando el chico se enfrente a una situación puntual.

- T: ¿Cuál es la diferencia entre acuerdo y negociación a la hora de poner límites?
- O: No hay que alentar la negociación. Sí hay que acordar, porque en el acuerdo hay un compromiso de dos partes y está fundado en el vínculo de amor entre un padre y un hijo. En cambio la negociación tiene un objetivo a cumplir y una vez que lo obtiene ya no le importa. La garantía del amor tiene que ser un elemento fundante del vínculo entre padres e hijos. Un hijo que se siente amado no está dispuesto a perder el amor de los padres.

- T: ¿Cómo deben reaccionar los padres frente a las demandas?
- O: Nunca hay que satisfacer inmediatamente una demanda. Es importante que esa demanda se transforme en un deseo, porque si se satisface inmediatamente, los padres nunca se van a enterar qué hay detrás de ella: si es la expresión de un deseo que tiene algo que ver con ese sujeto. Cuando satisfacemos demandas de manera inmediata, anulamos la capacidad creativa de nuestros hijos.

Si un hijo reclama algo y uno no se lo concede en el corto plazo, es interesante evaluar cuánto tarda en volver a pedirlo, cómo resuelve si uno no se lo da, qué otra cosa pide o cómo finalmente recrea eso que cree que está necesitando a partir de otras cosas, ya sea de otras demandas u otros objetos.

Esto no implica no comprarle nada a los hijos: ellos viven en este tipo de sociedad, son nativos digitales y hay un montón de cosas que tienen que ver con la época, por eso está bien satisfacer cuestiones que tienen que ver con no dejarlos afuera y que puedan seguir participando socialmente.

Fuente: Télam

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