Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Mons. Urbanč: “Sólo con la ayuda de Dios lograremos una patria de hermanos, con inclusión y justicia para todos”

El Obispo Diocesano de Catamarca, Mons. Luis Urbanč, presidió el Solemne Te Deum por un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, en el que estuvieron presentes las principales autoridades provinciales y municipales.

(DIARIOC, 26/05/2011) Se transcribe el texto completo de su homilía:

“Queridos hermanos:

Nos hemos congregado en esta Catedral Basílica para dar gracias por aquella primera gesta de libertad, hace 201 años, que cristalizó recién seis años más tarde, un 9 de Julio en el Congreso de Tucumán, sobre la base de una profunda convicción que consta en nuestra Constitución Nacional, a saber: ‘Invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia’.

Hoy, con humildad y confianza, queremos agradecer y alabar a Dios por los incontables beneficios recibidos y también comprometernos a reparar los errores cometidos, pidiéndole ayuda para llevar los destinos de nuestra Patria según su Sabiduría y Bondad infinitas.

Tomemos conciencia que Argentina ocupa el séptimo lugar en superficie entre los diversos países del mundo. Posee todos los climas y casi todas las geografías, quizás la reserva de agua dulce más grande de la Tierra, capacidad para los más diversos cultivos y cría de todo tipo de animales, generosas reservas minerales y petrolíferas, ríos y mares ricos en peces, pampas, selvas, bosques, estepas, montañas, etc., que constituyen un verdadero patrimonio natural.

Como parte de la América Española, tenemos el sitial de una singular experiencia dentro de la historia de la humanidad, en la cual conquistador y conquistados se ensamblaron en un mestizaje, que amalgamado por la fe y la lengua, supo integrar los genios de ambos pueblos en una síntesis polivalente en el que gravitó la figura de la Virgen María, desde Guadalupe hasta nuestra querida Virgen del Valle… Además, nuestro territorio se fue enriqueciendo, a partir del siglo XIX, con reiteradas inmigraciones de los distintos continentes, que han ido plasmando la fisonomía de nuestro país.

Esta rica integración racial y cultural, la sana y bastante respetuosa convivencia de diversas religiones, la alfabetización y el nivel educativo que hasta hace unas décadas era reconocida por el mundo entero, no puede hacernos perder de vista la serie de enfrentamientos y luchas que han lacerado nuestra historia nacional: incomprensiones, mezquindades y antinomias que han provocado derramamiento de sangre en luchas fratricidas, dejando heridas aún abiertas que claman por curación, redención, reconciliación y perdón.

Los obispos argentinos, en el marco del Bicentenario 2010-2016, hemos señalado que se debe saldar la deuda social y combatir el flagelo de la exclusión sobre la base del mandamiento de Jesús que nos amemos como Él nos amó. En la ‘tierra bendita del pan’ no podemos admitir que haya desnutridos, excluidos del trabajo digno, descartados de la salud y la educación y oprimidos por diversas adicciones, sobre todo, el satánico flagelo de la droga.

Recordemos que los sabios padres de nuestra Patria buscaron consolidar la República sobre Dios, fuente de toda razón y justicia. También nosotros repetimos este gesto con ocasión de la inauguración de obras o de eventos significativos al solicitar a algún sacerdote que nos bendiga.

El Te Deum que estamos celebrando nos permite asemejarnos a nuestros próceres en la construcción de nuestra Patria y del Bien Común, en la certeza de que sólo con la ayuda de Dios lograremos una patria de hermanos, con inclusión y justicia para todos con el genuino amor que todos nos merecemos, con tal que jamás negociemos bienes como la Vida, la Familia, los Niños, la Justicia, la Verdad y la Paz.

El texto del Evangelio que nos ha sido proclamado nos puede ayudar mucho a asumir nuestra misión en el mundo. Cristo es la verdadera vid, que comunica su propia vida a los sarmientos. En el trato personal con Jesucristo nos disponemos y aprendemos a ser eficaces, a comprender, a estar alegres, a querer de verdad a los demás y a llevarlos más cerca de Dios; a ser buenos cristianos. “Por tanto –comenta San Agustín–, todos nosotros, unidos a Cristo nuestra Cabeza, somos fuertes, pero separados de nuestra Cabeza no valemos para nada. Porque unidos a nuestra cabeza somos vid; sin nuestra cabeza somos sarmientos cortados, destinados no al uso de los agricultores, sino al fuego. De aquí que Cristo diga en el Evangelio: Sin mí nada pueden hacer. Sin ti nada, contigo todo. Sin nosotros Él puede todo; nosotros sin Él nada” (San Agustín, Comentario al Salmo 30).

La voluntad del Señor, sin embargo, es que demos fruto y lo demos en abundancia. Por eso poda al sarmiento para que dé más fruto. Y dice Jesús a continuación: Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado. El Señor ha utilizado el mismo verbo para hablar de la poda de los sarmientos y de la limpieza de sus discípulos. Al pie de la letra habría que traducir: “A todo el que da fruto lo limpia para que dé más fruto”.
Hemos de decirle con sinceridad al Señor que estamos dispuestos a dejar que arranque todo lo que en nosotros es un obstáculo a su acción: defectos del carácter, apegos a nuestro criterio o a los bienes materiales, respetos humanos, detalles de comodidad o de sensualidad... Aunque nos cueste, estamos decididos a dejarnos limpiar, porque queremos dar más fruto de santidad, servicio y apostolado.

La Santísima Virgen del Valle nos ayude a renovar nuestro compromiso de ser ciudadanos responsables y generosos forjadores de una sociedad más justa, más fraterna y más solidaria. Así sea. ¡Viva la Patria!”.


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