Catamarca
Jueves 18 de Abril de 2024
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Poesía aplicada al psicoanálisis es una buena definición

En El libro de los divanes, la poeta y ensayista Tamara Kamenszain compone una suerte de diario de sus diversos análisis en clave poética, redundando con sus cortes (poéticos), los cortes que escanden las sesiones entre sí, diacrónicos antes que sincrónicos.
El libro, publicado por Adriana Hidalgo Editores, está acompañado por un prólogo de la escritora, periodista y poeta María Moreno.

Kamenszain nació en 1947 en Buenos Aires; estudió filosofía en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Entre sus libros figuran El ghetto, Solos y solas, El eco de mi madre, La novela de la poesía e Historias de amor.

Este es el diálogo que sostuvo con Télam.

T : El libro de los divanes, en la superficie, digamos, es un libro de poesía. ¿Poesía sobre la experiencia analítica, poesía aplicada al psicoanálisis o nada de eso?
K : Sí, es un libro de poesía porque están los cortes de verso pero a la vez está dividido en capítulos, lo cual ya lo aproxima a la estructura de una novela (o de un ensayo, por qué no…) No sé, el lector dirá, a mí me tiraban las dos posibilidades y traté de ser coherente con ese deseo medio contradictorio de cortar los versos pero continuar a ultranza una historia imposible de compactar. En ese sentido, es como preguntarse si en el tratamiento psicoanalítico uno va contando una sola historia que se continúa o el relato queda cortado y suspendido entre una sesión y otra. Me parece que pasan las dos cosas: poesía y prosa se acuestan juntas en el diván. Respecto de lo otro que me preguntás, espero que el libro no quede estereotipado como poesía sobre la experiencia analítica ya que sería una reducción muy grande, mi intento fue un poco más ambicioso, por eso sí me encanta lo de poesía aplicada al psicoanálisis, es una buena definición posible. Porque siempre se piensa al revés: psicoanálisis aplicado al arte (y los resultados suelen ser nefastos, una bazofia causalista) Pero bueno, si damos vuelta ese guante, se podría pensar que la poesía en este libro se aplica a un tratamiento posible de la realidad de un sujeto, que en este caso podemos llamar psicoanalítico, un tratamiento que es fragmentario y narrativo a la vez.

T : El analista, a tu juicio, ¿tiene algo de poeta? Se lo pregunto a una poeta.
K : Espero que en todo caso tengo poco, me daría un poco de miedo un analista-poeta, espero de ellos menos delirio, más sensatez. Más bien siempre me pareció que el analista se podía comparar con el crítico, ése que encuentra alguna verdad en el texto que lee y que el autor nunca pensó que esa verdad estaba ahí. Por lo menos a mí los críticos cuando leen algo mío en lo que yo no había reparado, me producen ese efecto de extrañeza parecido al que me puede producir algo que me señale un analista. La poesía es más cifrada, aún la más clarita guarda algo oscuro que pide no ser entendido, en ese sentido no es una operación clínica, la crítica sí.

T : Se repite varias veces que hay una línea más, que siempre hay una línea más. ¿Qué supone eso en el campo de la poesía, cuando asociás libremente, por ejemplo, en un bar, después de una sesión?
K : Lo de siempre hay otra línea de lectura, siempre hay otra opera como un estribillo. Y eso quiere decir, por un lado, la imposición de un ritmo, de una reiteración, y por otro la posibilidad que nos da la poesía de, sin estar siguiendo una secuencia de relato, ir abriendo nuevas líneas narrativas. Es como sacar un as nuevo cada vez de la manga, como dar de nuevo, pero siempre integrando lo anterior, es decir, sin tirar al carajo el mazo. Es decir, hay otra línea de lectura pero las anteriores no se borran, quedan integradas a la espiral. En la poesía, que siempre haya otra línea supone que la asociación libre abre nuevas puertas, pero no es una asociación tan libertina como para mandarse hacia cualquier lado, porque queda hilada, cosida por hilo del estribillo. (Néstor) Perlongher, en Cadáveres, usa 53 veces el no hay cadáveres pero en cada una parece querer inaugurar un decir nuevo, distinto, en cada una abre una nueva línea de lectura.

T : ¿Cambiar de analista, implicó para vos alguna vez un cambio de retórica?
K : Sí claro, cada análisis tiene su estilo, incluso su modalidad, su escuela, como dicen ellos. Pero soy yo la que fue pasando de uno a otro, así que soy yo la que le dio unidad a esos estilos. Eso es lo que crea la ilusión de que estamos siempre en un mismo análisis y que esos análisis diferentes se pueden ir amasando unos con otros. Esas ilusiones narrativas son las que me permitieron armar el libro justamente como eso, como un libro. Un libro de los divanes, claro…Es como preguntar sin con cada libro uno cambia de retórica, te contestaría que espero que sí, si no cambio, estoy en el horno, repitiendo siempre los mismos viejos recursos. Sin embargo, por más cambios que intentemos, siempre hay algo que vuelve y vuelve y que no nos deja tranquilos. Por eso el siempre hay otra línea se podría transformar sin problema en siempre es la misma línea.

T : Conocés, conociste a los pioneros del lacanismo en la Argentina. ¿Qué pensás de sus derivas, su producción?
K : Conocí a (Oscar) Masotta, que por cierto aparece nombrado en mi libro. Y además, siempre me interesó cómo entra el lacanismo (y el psicoanálisis en general) en la poesía de Osvaldo Lamborghini quien además, en un momento de su vida, se vuelve algo así como psicoanalista, aunque el emprendimiento le dura poco. En un poema dice aquí al consultorio ya no viene nadie/ desde que me echaron de la Ecole. Para él, Masotta y el comienzo del lacanismo significaron la posibilidad de convertirse en alguien (analista, profesor) sin haber pasado por la academia. Desde ya que Osvaldo, por suerte para nosotros que somos sus lectores y no sus pacientes, era más poeta que analista, con lo cual era previsible ese final.

T : ¿Saldaste tus cuentas con el análisis, o es un trabajo (el de la poeta) interminable, como diría Freud?
K : En cada libro creo que saldé mis cuentas con algo: con el judaísmo, con el padre, con el amor, con la madre, con los amigos, etc. etc. Y siempre que termino un libro me digo asqueada sobre este asunto no vuelvo a escribir más. Pero después los críticos (que son los analistas de los libros) me van mostrando que siempre escribo sobre lo mismo y ahí es cuando me doy cuenta de que no tengo cura y que hay algo interminable. Qué vamos a hacer, habrá que seguir cargando las mismas taras a cuestas (analizarse, escribir poesía …y tantas otras).

Fuente: Télam

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