Decidido impulsor de la línea curva en el diseño arquitectónico y pionero en el uso del hormigón armado, Oscar Niemeyer fue el creador-constructor de una obra inmensa que recorre y define la arquitectura del siglo XX en Brasil y deja su impronta -la curva sensual, natural, incitante- en el mundo.
Nacido en Río de Janeiro en 1907, ciudad donde murió en diciembre de 2012 pocos días antes de cumplir 105 años, Niemeyer fue "un hombre genuinamente activo contra la injusticia que segaba las vidas de sus compatriotas menos afortunados", en palabras de Teresa Arijón, quien tuvo a su cargo el prólogo del volumen.
Sus escritos aquí parcialmente reunidos reflejan esa constante preocupación y dejan traslucir su voluntad de crear una arquitectura que fuera como "rachas de felicidad", bella y no meramente funcional, de concepción audaz y siempre renovada.
Una arquitectura cuya sola visión causara sorpresa y "alegrara el día" a los que pasaban, y que consiguió plasmar ese inasible concepto de belleza solidaria en grandes íconos del siglo XX.
Algunas de sus obras más famosas son la Plaza de los Tres Poderes y la Catedral de Brasilia, el Museo de Arte Moderno de Niterói, el Conjunto Arquitectónico de Pampulha, la sede del Partido Comunista Francés, la Universidad Mentouri Constantine en Argelia y el magnífico Palazzo Mondadori en Milán.
"No me atraen el ángulo recto ni la línea dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida. De curvas está hecho el universo, el universo curvo de Einstein", decía Niemeyer, según se lee en sus apuntes.
En estos diarios, el arquitecto carioca narra en primera persona aspectos de su vida y su trabajo, anécdotas, acontecimientos relevantes, que se van enhebrando con sus bocetos, acompañados de una explicación, como por ejemplo: "En cuanto al Museo de Niteroi, el lugar era tan lindo que fue muy fácil proyectarlo" se lee, junto a los dibujos a mano alzada.
"Pasé varios años viajando entre Brasil y el exterior, donde sólo encontré apoyo y amistad. André Malraux consiguió que el presidente De Gaulle firmara un decreto que me permitiera trabajar en Francia como un francés; Mondadori, enamorado de mi arquitectura, me pidió que construyera la sede de su editorial en Milan..", relata el gran arquitecto brasileño sobre sus obras internacionales.
"No puedo decir que fueron tiempos felices. Al contrario. En aquel exilio inevitable una simple palabra, una música cualquiera que me recordara a mi país me conmovía, me hacía pensar en mi familia, en los amigos allá lejos, perseguidos por la dictadura", se desprende en otro tramo de su relato.
Niemeyer se refiere así a la época en que sus proyectos comenzaron a ser rechazados y perdió gran cantidad de clientes, por lo que viajó a Francia en 1965, para presenciar una exposición sobre su obra en el Museo de Louvre, donde se exilió definitivamente en 1966.
En los años 80 volvió a Brasil y definió a esta nueva etapa como el "inicio de la última fase de su vida", pero en realidad fue la de mayor producción: proyectó el Memorial JK (iniciales del ex presidente Juscelino Kubitschek), en Brasilia (1980), el edificio-sede de la Red de Televisión Manchete (1983), los CIEPs (centros integrados de educación pública) y los sambódromos de las ciudades de Río de Janeiro (1984) y de San Pablo (1991).
Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, cuya gran creación, Brasilia, fue declarada patrimonio arquitectónico de la humanidad, obtuvo en 1989 el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
A lo largo de su vida, Niemeyer diseñó más de 600 obras arquitectónicas repartidas por diversas ciudades brasileñas y de otros países, y participó junto a Le Corbusier en la elaboración del proyecto del edificio principal de las Naciones Unidas en Nueva York en 1952.
Fuente: Télam
