Fue Clemente XI el Papa que al ver sus homilías recién impresas detectó una errata de bulto, lo que le produjo una apoplejía de la que murió a las pocas horas.
Otras erratas, mucho menos trágicas, conducen a la risa, como la del folletón "Arroz y tartana" de Vicente Blasco Ibáñez, que en su primera edición decía "Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido" (por ceño). (Télam-SNI)