Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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" ¿Qué leer?", un recorrido por tendencias editoriales, grandes lecturas y libros desechables

Imbuida de la arbitrariedad que impone toda selección, en ¿Qué leer? el crítico Maximiliano Tomas propone un corte transversal en la producción literaria de la última década a través de textos que se insinúan escurridizos para radiografiar los modos de leer -el propósito no es descifrar las preferencias lectoras- pero esclarecedores acerca de la tarea del editor y la política editorial que surge del cruce en las grandes casas editoras y los sellos independientes.
El docente y crítico elige desmarcarse de la reseña lineal, replegada a la lógica interna que despliega toda obra literaria, para extraviarse en asociaciones que le permiten discurrir sobre la resurrección del cuento, el fenómeno de la nouvelle, la (des) legitimidad de los premios literarios o la paradoja que confronta el aumento de obras publicadas con la merma de lectores.

"A la hora de juzgar un libro debe empezarse por evaluar la propuesta del texto (cuánto hay ahí­ de nuevo, de diferente, de genial) pero no por eso deben dejarse de lado otras cuestiones que hacen a una obra literaria: el contexto en el que aparece, a quién se supone que está dirigida, la propia biografí­a y bibliografí­a del autor, sus declaraciones públicas", resume Tomas a Télam.

"La crí­tica, al menos de la manera en que yo la entiendo, toma todo esto en cuenta e intenta, desde el libro que analiza, postular ciertas ideas sobre la literatura y, aunque pueda sonar demasiado ambicioso, sobre el estado de cosas del mundo. No me interesa trabajar el formato clásico que tiene una función y una extensión determinada, sino el de un ensayo más libre, que permita tomar al libro como una plataforma desde la cual ensayar textos más personales", señala.

Uno de los núcleos que trabaja el responsable de antologías como La joven guardia y La Argentina crónica es la vinculación entre verdad y ficción a la luz de una serie de novelas recientes que resignifican esa relación: convergen en esa tendencia autores como Matí­as Alinovi, Iosi Havilio o Ignacio Camdessus que interpelan ese cruce desde registros novedosos con estéticas que se manifiestan, al decir de Tomas, "en contra del neoclasicismo y sus derivados".

"En la literatura argentina reciente hay una suerte de regreso (¿o deberí­a decir regresión?) a un realismo bastante simplón desde el cual se pretende dar cuenta de una realidad social determinada", apunta este periodista e historiador nacido en 1975 y fundador en 2005 del suplemento cultural del diario Perfil.

"No es eso lo que hacen ni Havilio, ni Alinovi, ni Camdessus, ni tampoco Federico Falco, Luciano Lamberti, Nicolás Mavrakis, Samanta Schweblin o Pola Oloixarac, por poner ejemplos de escritores que utilizan postulados del realismo para pervertirlos y construir universos narrativos opacos, extraños, en fin, de cierta densidad literaria", analiza Tomas.

Con mayoría de textos nacionales, la selección del autor rescata la singularidad de una narrativa fronteriza por sobre la manufactura seriada del circuito mainstream y establece puntos de contacto con la literatura más notable del siglo XX, en la que muchos de sus mejores exponentes -Borges, Kafka, Beckett, Joyce- lograron captar la tradición de la cultura occidental como una totalidad sin provenir de los focos centrales de producción cultural.

Esa noción de periferia parece estar presente en muchos de los temas y los autores que aborda Tomas en ¿Qué leer? (Reservoir Books), la mayorí­a de los cuales circula a través de pequeños sellos independientes, de corte artesanal, que invitan a reflexionar sobre la indisciplina saludable de editores que se resisten a publicar piezas condescendientes -o de escasa audacia- para capturar a un mayor universo lector.

"La mayoría de los textos que elegí fueron publicados por sellos medianos y pequeños, lo que habla de la relevancia que tuvieron en la última década larga las llamadas 'editoriales independientes' -explica-. En el libro hay una gran presencia de la literatura argentina y eso tiene que ver con que es una de las zonas de producción que más me interesa, pero también con que fueron estos sellos los que apostaron por producir libros menos estandarizados, más frescos e interesantes".

"En la literatura actual la novedad casi siempre viene de los márgenes, por razones obvias de rentabilidad y supervivencia de la industria. La radicalidad es periférica por definición y cuando ocupa el centro, si eso es posible, deja de serlo", reafirma.

Si el campo de producción actual se define por esta intersección entre los grandes conglomerados editoriales y los pequeños sellos de catálogo auspicioso, resta preguntarse cómo se define el canon que resumirá los aportes del primer tramo del siglo: "En su momento la responsabilidad recayó sobre la universidad, después sobre la crí­tica o el periodismo cultural", postula Tomas.

"Últimamente la industria editorial trata de imponerlo a fuerza de dinero y publicidad. Pero siempre hay fisuras, apariciones inesperadas: al parecer hay cierta actividad relevante sucediendo en redes sociales, canales de video, esas cosas. Pero hoy más que cánones lo que me parece que hay, apenas, es lo que podrí­amos llamar 'modas literarias'", describe.

"El último canon que logró imponerse con cierto consenso en el campo literario es el que Damián Tabarovsky reconoció en Literatura de izquierda: César Aira, Rodolfo Fogwill, Héctor Libertella. Pero ese ensayo ya tiene más de diez años: Libertella y Fogwill murieron y Aira tiene 66 años. Después de ellos, tenemos nombres como los de Piglia, Marcelo Cohen, Hebe Uhart, pero se trata de un terreno inestable donde no hay opiniones unánimes", plantea.

Una de las marcas particulares del trabajo de Tomas es que paralelamente a su reserva de lecturas recomendadas, el crítico también dedica un capítulo -titulado sin ambigüedad posible "Qué no leer"- donde argumenta por qué algunos títulos, como Atrapa el pez dorado del cineasta David Lynch o Esto también pasará, la novela de la española Milena Busquets celebrada por cierta crítica, no deberí­an ser tenidos en cuenta.

"Si algo que no sobra en esta vida es tiempo. Así­ que yo no desdeñarí­a la ayuda de un guí­a para orientar lecturas y no perder el tiempo. En su libro La forma inicial, Ricardo Piglia tiene una frase con la que no podrí­a estar más de acuerdo: 'Me gustan mucho los escritores que tienen una posición didáctica, digamos Brecht, Borges, Pound, que están siempre bajando lí­nea, de poética, no de otra cosa', planteando cómo leer, cuáles son los textos buenos, cuáles los que no sirven, contra qué hay que leer", precisa.

¿Para delimitar el universo de lo aconsejable es lí­cito definir por oposición aquello que no se ha de leer? ¿La educación literaria no se fortalece también con ese contrapunto entre lo superlativo y lo desechable? "Totalmente ¿pero qué no darí­a yo por recuperar algunas de las horas invertidas en lecturas que se revelaron intrascendentes, que no dejaron rastro alguno? Desde el momento en el que uno elige un tí­tulo por sobre el resto, todo el universo de obras restantes queda clausurado y a la espera", alega Tomas.

"El único lí­mite deberí­a ser, siempre, la honestidad. Después están las herramientas del ejercicio de la profesión, con las que habrí­a que contar y no todos tenemos: buen juicio, buen gusto, cultura, inteligencia, estilo, elegancia, generosidad, contundencia, severidad, sentido del humor y persuasión. Son las caracterí­sticas que tienen los crí­ticos que admiro y a los que pobremente intento copiar", concluye el autor.

Fuente: Télam

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