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Jueves 25 de Abril de 2024
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Reeditan la novela "El traductor" de Salvador Benesdra

Si hubo una novela que refundó míticamente la Buenos Aires de los 90 fue "El traductor", el opus del escritor, periodista y psicólogo Salvador Benesdra, quien no alcanzó a verla publicada y ahora se reedita con un prólogo de su colega y amigo Elvio Gandolfo.
De este libro -publicado ahora por la casa Eterna Cadencia- es casi imposible hablar en pasado: su actualidad textual, ideológica, formal; su excepción en términos de herencia, lo han transformado en un inclasificable y a la vez, un clásico, inhallable desde que un subsidio permitiera su publicación en Ediciones De la Flor.

Benesdra concibió grandes partes del libro, de unas 600 páginas, en las horas muertas de la redacción que ocupaba como analista de política internacional, y en una playa de Uruguay; terminó "El traductor" en 1994, para presentarla a diversas editoriales donde fue rechazada sistemáticamente.

El original de la novela no pasó de original hasta que su autor se suicidó, en 1996, a los 49 años. Su amigo en la sección Internacionales era Claudio Uriarte, otro talento, autor de "Almirante Cero", también muerto prematuramente.

Benesdra nació en 1952; en su familia era considerado una suerte de niño prodigio; leía de corrido siete idiomas y antes de los 12 conocía de atrás para adelante las escritos de Marx, Trotsky, Mao, Carlos Castaneda, los clásicos del budismo zen, Ernst Junger, Ludwig Wittgenstein, Ronald Laing y David Cooper -que de una manera u otra aparecen en su novela.

El traductor de la novela es Ricardo Zevi (muchos han querido ver en su figura un alter ego de Benesdra), pero la cosa no es tan lineal. El texto podría pensarse como un bloque articulado en tres zonas centrales.

La primera, el trabajo, donde Zevi, traductor y corrector, padece las iniquidades de una empresa que se dice de izquierda en el mismo momento que se hunde el socialismo real, a fines de los 80.

La segunda, una historia de amor del personaje con una evangelista con quien después de los días de gracia, "liberada" gracias a sus conversaciones con el traductor, empieza a engañarlo; muerto de celos, la descubre, y le permite la infidelidad a cambio que ejerza la prostitución, condición que la joven, que sigue siendo evangelista, acepta sin hacerse mayores inconvenientes, pero sin detectar su degradación y la de su partenaire.

Y la tercera, la traducción que Zevi hace de un ideólogo alemán (un cruce entre Junger, Carl Schmitt y Castaneda) que compone un sistema filosófico para acceder a un conocimiento superior de sí mismo excluyendo el sacrificio pero sin evitar una disciplina de hierro que le exige abandonar los automatismos y las inercias éticas e intelectuales que acomodan ciertas existencias en la modestia o la mediocridad.

Considerada larga e ilegible, Benesdra tenía antecedentes psicóticos (internado en el Hospital Sain Anne de París en 1977), sus lecturas de los antipsiquiatras ingleses le permitieron organizar un motín junto a otros internos en reclamo de mejores condiciones de vida y alimentación. Volvió a la Argentina en 1982 y empezó a trabajar en el diario La Voz.

El escritor -que pretendía ganar un premio para dedicarse sólo a la literatura y dejar el periodismo- no acertó con "El traductor", demasiado compleja, seria y original para premios que tampoco jamás pudieron ganar Juan José Saer o Fogwill. Continuó entonces en el periodismo, en La Razón y desde 1988 en Página/12.

¿Es Ricardo Zevi, el traductor de la novela, una trasposición lateral del autor? Puede conjeturarse pero jamás se sabrá. Se tiró de un décimo piso el 2 de enero de 1996. Como ha dicho el poeta y ensayista Alejandro Rubio, "los 90 no se merecían a Benesdra".

Fuente: Télam

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