Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Rigurosidad histórica y talento narrativo en una biografía de Manuel Dorrego

Es probable que todos creamos que sabemos quién fue Manuel Dorrego. Enseguida viene a la memoria que Lavalle ordenó fusilarlo en Navarro. Pero conocer de verdad vida y obra de este hombre que tuvo un sepelio multitudinario para la época y en cuya despedida el mismísimo Rosas lloró, requiere de una tarea intelectual rigurosa y sostenida. Y eso es, precisamente, lo que nos ofrece Gabriel Di Meglio en su excelente biografía Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, publicada por Edhasa.
Di Meglio es Doctor en Historia en la Universidad de Buenos Aires y posee un currículum en el que abundan reconocimientos y distinciones. Pero en sus libros, recordemos Mueran los salvajes unitarios. La Mazorca y la política en tiempos de Rosas, lejos del tono académico, se hace visible la prosa de un novelista. Una escritura que no le quita profundidad al texto y le permite al lector disfrutarlo de la primera hasta la última página. Porque Dorrego no fue un personaje fácil. Era un desobediente en un marco donde todavía no se había construido la Nación. Después de 1810 la República era apenas un enunciado, un deseo que se dirimía en permanentes luchas fratricidas.

Hijo de José Antonio Do Rego, un portugués que como tantos otros se había instalado en Buenos Aires en 1766, Manuel era el menor de cinco hijos. De su infancia sabemos poco, dado que las fuentes son escasas. Pero después de las Invasiones Inglesas el espíritu libertario había crecido considerablemente entre los habitantes de estas tierras. Sin embargo, los llamados "fidelistas" querían seguir siendo súbditos del Rey, aun cuando Napoleón lo tenía prisionero. En América circulaban otros aires y eran los que iban a guiar a Manuel Dorrego. Como señala Di Meglio, Dorrego no era un militar de escritorio. Todos sus méritos los ganó combatiendo.

Su lucimiento en la batalla de Tucumán lo ubicó como una de las principales figuras del ejército de la época. Pero el tiempo que le tocó vivir fue muy trágico. La muerte era una compañera cotidiana para cualquier hombre de acción. En el fragor de las luchas todo era sangre y confusión. Todavía no se había consolidado un ejército profesional. Había deserciones al por mayor, repentinos cambios de bando y las distancias que los patriotas tenían que recorrer a caballo y en condiciones precarias eran inmensas. Estaban construyendo un país y muchos de ellos ni siquiera se habían enterado.


Fuente: Télam

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