Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Saer, por Damian Tabarovsky

A diez años de la muerte del escritor, ensayista y poeta Juan José Saer, el escritor y editor Damián Tabarovsky arriesga una hipótesis sobre la tardía respuesta argentina a la obra del escritor santafesino, y también a su extraterritorialidad de origen.
Saer, exiliado en Francia por voluntad propia desde los 60, había estudiado cine, y conocía como pocos la literatura occidental; sus intereses iban desde Samuel Beckett al Dante. Sus visitas, de joven, al gran Juan L. Ortiz, deberían fundar un género.

Tabarovsky, editor en la editorial Mar Dulce, es sociólogo y traductor, autor de Coney Island, Bingo, Las hernias, Fotos movidas y Literatura de izquierda.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : A diez años de la muerte de Juan José Saer, ¿por qué creés, si es que lo creés, que su prosa, sus novelas, su poesía, empezaron a ser consideradas en su país de origen relativamente tarde, a mediados de los 80?
DT : No soy un especialista en Saer, y mucho menos en la recepción de su obra, así que podría arriesgar algunas hipótesis muy provisorias. Me parece que nunca participó de las diferentes estéticas dominantes de su época. Su primer libro es de 1960 y es completamente ajeno a cualquier toque existencialista tan en boga en esos años (ni mucho menos a la figura del escritor comprometido). Y luego, a lo largo de los 60 tampoco se lo puede relacionar con el boom, ni con las estéticas populistas de principios de los 70. Y finalmente, la dictadura impuso un corte editorial a la difusión de su obra, alguno de sus libros de esos años se publicaron en México.
Esos diversos factores tal vez incidieron en cierta lateralidad que tuvo su obra durante casi veinte años (por cierto, mientras fue lateral, Saer escribió lo mejor de su obra, que comienza a decaer, en mi opinión, ya en Glosa).

Con la vuelta a la democracia se dio un fenómeno muy singular, casi único: uno -o varios- núcleos de profesores, críticos e intelectuales ligados a la Carrera de Letras de la UBA (pero también de otras, como la de Rosario y La Plata) ocuparon un lugar central, no solo en el ámbito universitario, sino también en la esfera pública en relación a la discusiones literarias y al mercado editorial. Este es un hecho raro que en la historia cultural argentina, que solo había ocurrido -pero de un modo menos central- en torno a Contorno (y que hoy no existe más: el discurso universitario de la Carrera de Letras perdió casi toda influencia pública). Entonces, esa alianza entre saberes universitarios, suplementos culturales y mercado editorial, tan propia de la vuelta a la democracia, tomó a Saer como uno de sus objetos de difusión y estudio clave, y generó las condiciones para esa mayor alcance crítico y de lectores en su obra.

T : Es casi un lugar común decir que Saer es una suerte de discípulo de Faulkner, Onetti, Juan L. Ortiz? ¿Qué pensás al respecto?
DT : No creo que Saer sea, en sentido estricto, discípulo de nadie. Por supuesto que se puede rastrear en su obra, huellas de esos autores que mencionás, pero también del Nouveu Roman, e incluso de Borges, pese a él.

Fuente: Télam

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