"La distancia de rescate -dice Samanta- es la que imaginamos al intentar salvar al otro de algo terrible que puede ocurrirle. ¿Cuánto tiempo tengo para lograrlo? ¿Dónde me encuentro en el momento en el que tengo que actuar? Quizás en un instante puede perderse todo. Tal vez no llegue a tiempo para evitar el acontecimiento. De eso quise hablar en mi novela. Que empezó siendo, como todos mis textos, un cuento, pero a medida que iba escribiéndolo percibía que necesitaba más espacio para narrar la historia y encontrar el tono que buscaba.
De eso se trata la literatura, de encontrar una cadencia que parezca la única posible para narrar esa historia. Darse cuenta de lo importante es más difícil de lo que parece. También Distancia de rescate tiene que ver con la palabra justa. Cuando escribía observaba de qué forma hay que ordenar las palabras para hallar esa precisión que define lo esencial".
Freud sostiene que lo siniestro es aquello que resulta extraño y familiar al mismo tiempo. La literatura del siglo XIX y también la del XX, con algunas excepciones, como es el caso de Horacio Quiroga, describe el campo como un paisaje bucólico y abierto. En Distancia de rescate, en cambio, el campo aparece como un lugar contaminado con agrotóxicos que producen distintas enfermedades, como malformaciones y varios tipos de cánceres. El que esto ocurra, claro, guarda estrecha relación con la lógica capitalista de la productividad por encima de cualquier otra consideración. El verde de nuestras llanuras, la idea de inocencia que supone la contemplación de la naturaleza va enrareciéndose en el relato de Samanta Schweblin hasta acercarse a un límite donde lo real de la muerte se asoma de manera amenazante y casi insoportable. Eso es, precisamente, lo siniestro.
Fuente: Télam