Esta es la conversación que la directora sostuvo con Télam desde Paris, donde reside.
T : ¿Cómo nació el proyecto A cielo abierto?
O : Siempre me fascinó (y asustó) ese territorio que llamamos locura. Así que pensé que quizá estuviera bien aprender algo de eso. Empecé a investigar visitando hogares, instituciones para discapacidad mental. En esos lugares, tenía la impresión de que el personal que cuidaba de los niños no podía evitar proyectar sus propios sentimientos, y que eso obturaba escuchar a los pacientes. Pero un día llegué a Le Courtil, una institución que recibe a internos o medio pensionistas, niños social y psíquicamente con dificultades.
T : ¿Y cómo resultó la experiencia ?
O : Aún recuerdo la primera reunión con el equipo de coordinación, una decena de
responsables terapéuticos de los diferentes grupos de vida de la institución. ¿Por qué no utilizan las palabras disminuidos mentales como en otros lugares que visité ? Esta pregunta fue la primera que planteé. Me respondieron que no consideraban a los niños como deficientes sino como sujetos con una estructura distinta : los veían desde su singularidad. Dijeron que cada uno tenía una lengua privada, a diferencia de nosotros, que tenemos una lengua común. Precisaron que se trataba de una simplificación, pero que permitía indicar el camino para ir hasta ellos. Después me hablaron de su trabajo que consistía, ante todo, en descubrir e intentar comprender el enigma que representa cada niño, caso por caso.
T : ¿Qué pensaste ?
O : Que había encontrado personas que sin ser cineastas, hacían el mismo trabajo que yo : intentar ver el mundo con los ojos de otros. Claro que esto no se realiza solo, que es posible gracias a un instrumento teórico, un trabajo sobre sí mismo, de reflexión, de cuestionar, siempre.
Fuente: Télam