Y continuó: "Si se trata de un escritor, esta situación puede ser el embrión del relato potencial: el escritor está alerta a nuevos estímulos y asociaciones; el viaje, por otra parte, ha puesto en primera fila la propia subjetividad. Hay un escenario físico que puede ser organizado visualmente de muchas maneras".
Más adelante, el escritor aludió a los misterios de Azul, si es que existe un grupo de cosas que pueda recibir ese nombre, para el visitante no se destacan en primer lugar las obras afiebradas de Salamone, tampoco el raid exterminador de Mateo Banks, ni la originalidad azuleña durante la expansión fronteriza; lo que atrae más su curiosidad es algo a primera vista trivial como los juguetes de Bartolomé Ronco", ilustró.
Y propuso una incógnita: "El visitante sabe que fueron de madera y que los hacía para los niños pobres. ¿Habrá quedado alguno en la Casa Ronco? ¿Estará su taller de carpintero? De toda su colección de Quijotes, a los que imagina ordenados en dos pilas que compiten por alcanzar el cielo antes de derrumbarse, de los viejos números de la Revista Azul, donde escribió Xul Solar, Borges, Gerchunoff y varios otros".
"¿Puede pensar que esos juguetes vayan a revelar algo esencial? -se preguntó-. Probablemente no, aunque los busca porque se trata de los únicos objetos que le inspiran esa pregunta".
Según Chejfec, "el visitante cree que a veces no se eligen las cosas por lo que ofrecen sino por las preguntas que las rodean. Y cuando se habla de preguntas, muchas veces se habla de lo que no se sabe, o se sabe a medias. El escritor pone en escena un saber a medias; si lo supiera todo no escribiría".
"El visitante entiende que el escritor sabe poco, y también sabe poco, o ejecuta un saber selectivo, ese ambiguo representante del escritor que es quien escribe. Por eso, desde su punto de vista, Azul se recorta como una ciudad ideal", apuntó.
Fuente: Télam