No considero conveniente pensar nuestras soledades y nuestros vínculos mediante tales polos. En todo caso, estamos tan solos como lo hemos estado siempre, pero ahora nos vemos constreñidos a producir las narrativas de nuestros vínculos. En realidad, ningún individuo, ninguna subjetividad tiende a la soledad, menos aún en sociedades capitalistas -productoras o consumidoras-, pues si ese fuera el caso habría tantas sociedades diferentes como individuos.
La experiencia contemporánea nos expone a una circulación permanente de sentidos y en las prácticas cotidianas producimos formas de sensibilidad que se modifican de acuerdo a relaciones múltiples y siempre variadas, pero esos contextos de sentidos en constante metamorfosis nos hacen devenir con otro(s), al que resignificamos (y por el que somos resignificados), siempre según las distintas situaciones con que nos vinculemos.
En definitiva, estar solo es siempre una impertinencia del vínculo, porque lo estamos por la falta de alguien y eso ya trae implicado una relación que es la ausencia. Lo que ocurre en las dinámicas comunitarias del presente es que esa relación con el otro está siempre experimentada, es decir, vivida, porque no podemos dejar de producir la relación. Por eso, no considero conveniente pensar la soledad según perspectivas individualistas, sino afrontar qué tipo de relación se produce cuando todavía no congeniamos, es decir, practicamos sentido con otro.
Esteban
Fuente: Télam