Catamarca
Sabado 20 de Abril de 2024
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Surrealismo y relato oral sobrevuelan los cuentos de Fonseca

Jorge Boccanera

Entre el trazo fantástico y el relato oral, el "surrealismo callejero y la ocurrencia propia del habla corriente", se mueven los cuentos del libro "Quequén. La culebra dinosáurica y otros relatos patagónicos" del escritor neuquino Ricardo Fonseca.
Algunos de los relatos del libro, publicado por la Editorial de la Universidad del Comahue, con sede central en la provincia de Neuquén, incorporan seres imaginarios que, desde el mito y la leyenda, pueblan el imaginario popular.

Nacido en la antigua capital neuquina, la ciudad de Chos Malal (en mapuche: "corral amarillo"), situada en una zona patagónica cercana a la Cordillera del Viento, con un paisaje de altas cumbres y arroyos de aguas calientes, Fonseca señala que le "presta oreja a la narrativa oral, folclórica que todavía se hace oír en los ámbitos semi-rurales".

El escritor y profesor de Letras, cuyos textos se incluyen en "Cuento y poesía patagónicos", "Conversaciones con la Patagonia" y "Poesía neuquina de los 90", dice que no se considera narrador, sino un escritor que se mueve con diálogos atravesados por el registro oral y "el decir de lo que no se dice, para que se escuche la fluidez del habla".

Entre sus vecindades menciona referentes esenciales de la narrativa latinoamericana, entre ellos Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Juan José Saer y Julio Cortázar; "pero también una larga franja que va de Cervantes hasta José Saramago".

Una labor menos conocida del autor es la de letrista de canciones -de hecho en su libro abunda el contrapunto de coplas- que han interpretado artistas varios como el uruguayo Alfredo Zitarrosa, la peruana Tania Libertad y el Coro del Neuquén.

"Se me cuela en algunos relatos esa veta de letrista -precisa-, quizás por el hecho de no renunciar a las poéticas de la literatura popular, en la cual el sonido y el sentido de las palabras se alimentan o retroalimentan entre sí buscando la complicidad de una lectura que se vaya haciendo su propia película a medida que va paisajeando lo textual".

Sostiene que es un "ingrediente fundamental" de sus relatos el humor, que ayuda a la buena salud del texto literario y a la circulación de su lectura: "En mi caso trato de que el humor sea una marca; mezcla de surrealismo callejero y de ocurrencia propia del habla corriente".

El absurdo también es una marca de estos relatos, que tienen que ver con los buceos del autor, dice, "en la metafísica", y en el vislumbre de la complejidad del existir allí donde "el sinsentido, tal vez prevalezca sobre un sentido centralizador; ¿Dios acaso o acaso Dios?".

Fonseca incorpora en sus cuentos los mitos y leyendas populares que, asegura, están en función "de darle más vivacidad y verosimilitud a ciertos textos que necesitan de esa tensión entre lo ya dicho y consagrado folclóricamente y lo que se está contando en un presente continuo de la escritura".

Algunos protagonistas de los relatos de "Quequén. La culebra dinosáurica" son seres imaginarios en la línea de algunos personajes del imaginario popular como el Lobizón, la Mulánima, el Yagareté: "Esta recurrencia tiene que ver con remanentes del mundo onírico o de pesadillas y traumas no resueltos. Literariamente se justifican en la creación de cierta atmósfera propiciatoria para provocar el terror".

"Estos bestiarios, en mi caso, cumplen con la función de actualizar el mundo de las fábulas, cuyos personajes son estas criaturas más bien animalescas, más allá de que se puedan mirar como emblemas de los sentidos o instintos preracionales".

Las imágenes del Fonseca poeta -autor del voluminoso poemario "Animal lingüístico" (2003)- se cuelan también en su libro de relatos: "Así como aparece el letrista, se filtra en ciertos pasajes narrativos esa voz lírica, alimentada por la sensibilidad estético-poética del narrador a manera de recompensa de su precario aliento fabulador".

"Así, en el entramado textual hay momentos más o menos poéticos que, en mi caso, balancean la escasez de detalles descriptivos o narrativos que pudieran darle más volumen literario a algunos relatos".

También, el libro está atravesado por la idea de naturaleza invadida por la tecnología: "Es una preocupación por el maltrato al medio ambiente con una tozudez irracional; que desborda la realidad y arremete contra el espacio de lo simbólico a través de la pobreza lingüística y de cierta literatura moribunda que no tira ondas para emocionarse, ni para el festejo intelectual".

Hablando de su experiencia en talleres literarios y escuelas de su provincia, donde ha podido compartir sus relatos con los alumnos, el escritor neuquino celebra la oportunidad de encontrarse "con estudiantes secundarios e incluso con los de primaria del último ciclo".

"Los escucho y les propongo actividades de lecturas y escrituras lúdico-creativas, tratando de hacer estallar ese prejuicio social que dice que la literatura es aburrida. Por suerte, algunos de los relatos de ´Quequén. La culebra dinosáurica´, han sido probados y aprobados ante ese perfil de lectores-oyentes, antes de ser incorporados al libro", concluye.

Fuente: Télam

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