Pueba suerte en la novela, pero ninguna de las que escribe llega a publicarse. Al rechazo se le suma la enfermedad. Debe regresar a su pueblo. Por entonces su padre, acusado de malversar fondos, es echado del templo. La enfermedad y la humillación, el dolor y la tristeza se volerán la esencia de su poesía. "No sé a qué se parece/ esta soledad/ que a mí me embarga/ después de darme aires/ de personalidad", escribe. Se afinca temporalmente en Morioka, colabora en un diario local. Tiene veintiuno cuando, buscando mejorar su posición, viaja a Jokodate, el norte del país, colabora en otro periódico y da clases en una escuela. "Quería un querer/ como si enterrara/ la cara ardiendo, / ardiendo de fiebre/ en la nieve blanca". Se enamora de una maestra joven. Ante las negativas de la muchacha, la relación deriva en una amistad literaria. Un incendio arrasa la ciudad y destruye la escuela y el periódico. Se traslada a Kusiro. "Hombre, por fin, / me acostumbro al mundo/ y logro ir comiendo". Llega a director de la columna literaria del periódico de Kusiro. Se enamora de una geisha de dicinueve años. Deja el trabajo y se vuelve a Tokio. Lo social tampoco le es ajeno: los trenes atravesando la intemperie, las putitas que transan con los viejos, el desprecio de los chicos hacia el hijo de un policía, el vino como anestésico de la desgracia, el padre que pierde un hijo en la guerra. Y la guerra está ahí: "Despedí a un batallón/que iba a la guerra. / Yo estaba triste/viendo que ellos iban/sin ninguna tristeza."
Lejos de los suyos, fracasado y pobre, su salud se quiebra. Un amigo de la familia, un militar de buena posición, ayuda a su familia y se casa con su cuñada. Más tarde Takuboku descubrirá que el militar es amante de su esposa. Por entonces ya ha avanzado en la escritura de un diario en inglés para bloquear el espionaje de su mujer. "Con pluma lo escribí/ y está en mi diario: / Que hoy vi un poquito/ por el hueco del escote/ que tenía a mi lado".
Fuente: Télam