Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Tinogasteña le escribe un poema a su padre añorando su pago desde la Patagonia

Se trata de Alicia Belarmina Sosa, “Minita” Sosa como cariñosamente le dicen sus más íntimos. Hija del cantante, autor y compositor tinogasteño José Luis Sosa, el “Corazón Seco” de los pagos de Villa San Roque.
(DIARIOC, 21/08/2013) En la Fundación del Tricentenario del Pueblo Indio de Tinogasta, Alicia Belarmina Sosa, más conocida en su familia y entre los más íntimos de sus amigos, y más aún en aquellos que nunca la olvidaron en su pago querido como dice una canción, “Minita Sosa, le escribe a su padre desde lo más lejano de la Patagonia Argentina.
Lejano en kilómetros, pero en el corazón de esta tinogasteña reposa intacto el recuerdo de aquellos años de niñez y juventud, aquellos años que nunca se olvidarán.

Añorando la tierra que la vio nacer, dolida quizás porque un día tuvo que partir buscando nuevos horizontes, sufriendo el desarraigo en silencio, como tantos que dejaron esta tierra india, rica en la historia de sus antepasados; pero, que a pesar de todos esas circunstancias que la vida fue poniendo en su camino, desde sus entrañas y en su corazón, el amor por su tierra natal nunca la abandonó, y llevo en lo más profundo de sus recuerdos aquellos rostros de su “gente linda”, aquellos que un día la vieron caminar esta tierra llena de tradición y religiosidad, tierra bondadosa de los que la supieron amar y de aquellos… o aquellas como “Minita” Sosa, que nunca la olvidaron y que año tras año retorna en busca de sus recuerdos.

Algunas cosas las aprendió en el caminar de su infancia y de su juventud, en el roce diario de sus amigos y amigas; pero más que nada, en las enseñanzas desde el corazón, en la palabras y en el ejemplo de sus padres que le enseñaron a apreciar y amar su tierra natal.

Es por eso que hoy la distancia se acorta más que nunca, un poema escrito por ella misma que nos deja ver y sentir cuánto la pachamama es parte de nuestro espíritu y del mismo cielo que un día la vio partir.

No debemos olvidar, y debemos recordar siempre a “Corazón Seco”, a don José Luis Sosa, autor y compositor que escribió y dibujó a Catamarca en versos, que hoy nos describen nuestra historia misma, tierra de leyendas y del buen vino.

Alicia Belarmina Sosa, “Minita” Sosa, nació el 14 de abril de 1958, en la ciudad cabecera departamental, transitó su infancia y su juventud en “Los Chanampas”, hoy más conocida como Villa San Roque.
Dejó “La Villa” a los 18 años para radicarse definitivamente en la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la provincia del Chubut, Patagonia Argentina.
Casada con José Eulogio Álvarez, madre de Marcela y Adriana, y abuela con la llegada de Matteo hace unos años.

“Minita” Sosa nunca olvidó su pago, ni a su padre ni el lugar de donde viene, es por ello que en soledad y en el silencio de sus recuerdos más íntimos que marcaron minuciosamente sus primeros años de vida, le escribió un poema a su padre, y hoy decidió compartirlo con todos nosotros, y con aquellos tinogasteños lejos de su tierra, pero rompiendo esa distancia con los recuerdos que nunca mueren.


DEDICADO A MI PADRE JOSÉ LUIS SOSA

Hay un lugar en el que te veo, te siento, está fresco tu recuerdo, huellas dejaste que el tiempo no puede borrar.

El zonda pasa silbando tus canciones, senderos verdes con flores de “shishamora”, perenne el paisaje que dibujaste en versos.

Versos que dicen:…” En el rio de la puerta, juega el viento con la arena”.

Una tarde de otoño llegué a su remanso, vi su juego, corrían por la orilla formando remolinos que danzaban sobre sus aguas elevándose al cielo.

Me acaricia la brisa que baja de los cerros con el perfume de plantas y flores, me envuelven sus fragancias…, y siento que me abrazas.

Llega el ocaso, el sol se pierde en el horizonte, cubriendo el campo con su manto apasionado, siento el calor de tus manos en las mías, vuelvo a ser niña.

Cuando volví en primavera, llegaban otra vez las golondrinas jugando entre los álamos y los sauces, recordé el brillo de tus ojos, que mirabas extasiado su vuelo manso.

Recorro tus viñedos secos, abandonados, el pecho se me cierra de dolor. Lágrima no asomes, quiero soñar, cierro los ojos y reverdece todo, suena la algarabía de las cosechas, risas y esfuerzos se confunden en una alegría compartida, ahí estas vos, contemplando agradecido el fruto bendecido.

Camino por la banquina del canal, sus aguas llevan tus melodías, y en las compuertas cantan tus canciones a coro con el rio.

En el silencio de una siesta calurosa, llego a casa, está vacía, desolada, busco el fresco de la galería, me siento abrazando mis rodillas, un huracán de añoranzas hace girones mi alma, pena y dolor se apoderan de mi ser, rompe el silencio un llanto compungido, y más me acurruco, sintiéndome frágil, vacía.

Tu mano se posa en mi hombro, la casa se llena de voces, risas y llantos de las personas que amo.

Suave camino hacia el árbol, “nuestro árbol”, lo abrazo buscando amparo en su corteza, el me devuelve tu ternura y los recuerdos.

La luna nos alumbra acompañada de una alfombra de estrellas, por el camino del puente voy de tu mano, con mamá y mis hermanos.

Mis pies salen apresurados corriendo por el patio, corro y corro, riendo feliz, recordando aquellos años.

Descanso a la sombra de la mora, cerca del aljibe, frente a la higuera que mira los olivos.

Como guardianes de nuestra casa y la de los abuelos, están los viscos, los perales, los damascos y el granado, nacieron de tus manos, fieles testigos de tu existencia.

Estas en esos cactus que adornan la vereda, en los girasoles que por milagro, aun crecen, en el agua que corre por la acequia, en el paisaje que embriaga con su belleza, en la gente que te recuerda con cariño, por eso vuelvo y vuelvo a Tinogasta, porque ahí te veo, y te siento “Padre mío”.

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