Descubrí a Wolff a mediados de los noventa. Trabajaba en una librería y abriendo cajas con novedades me encontré con los cuentos que formaban De regreso al mundo. Hojeándolo, me detuve por casualidad en uno titulado Aquí empieza nuestra historia: narraba las peripecias de Charlie, un lavacopas de San Francisco al que todas las editoriales le habían rechazado su novela y siente que lo mejor para él sería dejar de escribir, cambiar de vida. En un momento de la narración, Charlie decide ahogar sus penas con un capuccino. Wolff lo describe así: "Justo a la vuelta de la esquina, en Vallejo, había un café donde Charlie iba a veces en sus noches libres. Jack Kerouac había mencionado este café en The Subterraneans. Hoy en día los clientes eran fundamentalmente italianos que venían a escuchar la música del tocadiscos automático, que estaba lleno de óperas italianas, pero Charlie siempre levantaba la cabeza cuando entraba alguien; podía ser Ginsberg o Corso, que pasaban por allí recordando los viejos tiempos. Le gustaba sentarse allí con un libro abierto sobre la mesa, escuchando la música que él consideraba clásica. Le gustaba pensar que la mujer grosera y desastrada que le traía su cappucino había sido en otros tiempos la amante de Neil Cassady. Era posible."
Fuente: Télam