Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Un México crudo y funerario que se yergue sobre los huesos de sus muertos

"Este Estado es un cementerio, hay huesos de muertos debajo de todos los pies", dice Elena Poniatowska sobre México, el paí­s al que llegó hace más de siete décadas y donde hace 48 años escribió La noche de Tlatelolco, emblemática crónica editada por primera vez en Argentina, en la cual dio voz a las ví­ctimas de la masacre del 2 de octubre de 1968.
La matanza de universitarios, vecinos y trabajadores que discutían demandas sociales en Tlatelolco esa noche, fue la inusitada manera con que el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz resolvió 'limpiar' y 'ordenar' ciudad de México 10 días antes de las Olimpíadas del 68, marcando tal quiebre por los centenares de muertos que el propio Octavio Paz -todavía sin ser Nobel literario-, renunció a la Embajada en la India "ante la indignación del mundo entero".

Más de 320 muertos, 1200 heridos y cientos de presos políticos -nunca reconocidos por el gobierno mexicano- provocó la masacre que inauguraba una nueva era de violencia en México en una época en que las rebeliones juveniles y las luchas por los derechos civiles marcaban el paso de la una transformación política y social en todo el mundo que tuvo sus hitos en el Mayo Francés, las demandas de paz contra la Guerra de Vietnam, el festival de Woodstock, el asesinato de líderes como Martin Luther King, así como la Revolución Cubana.

"La noche de Tlatelolco es un libro muy duro, algo así­ como escribir de Ayotzinapa", dice Poniatowska a Télam sobre la crónica escrita hace casi medio siglo y que a un año de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas del estado de Guerrero resignifica la historia de violencia de México.

Los testimonios que hoy edita Marea -los que Poniatowska comenzó a recolectar en la Plaza de las Tres Culturas horas después de que el Ejército mexicano abriera fuego contra estudiantes, trabajadores y vecinos reunidos pací­ficamente en el complejo Tlatelolco- no pierden vigencia en el país narrado por la premio Cervantes al presente.

"¿Por qué tení­­an que hacerle eso a los estudiantes? ¿Por qué vejarlos?", escribí­a entonces Poniatowska, cuando se aferraba a la vida que le transmití­a su recién nacido hijo Felipe y le decía, "dentro de veinte años a ti­­ te irá mejor, a ti­ nunca te va a pasar esto".

"Sí­ podemos, pero cuándo", pregunta hoy con 83 años, hijos y nietos desperdigados por el mundo, defendiendo el mismo poder de indignación que aquel entonces, sin respuesta a los femicidios de Ciudad Juárez, los crí­menes del narcotráfico o el más cercano y popular reclamo "con vida los llevaron, con vida los queremos" por los normalistas.

"La indignación hace posible luchar con más afán para conseguir los cambios, desde luego es más difí­cil pero es la base de muchas acciones polí­ticas contra situaciones como la de los migrantes en Europa. Su emblema podrí­a ser aquel niño muerto en un playa en Turquí­a, que suscita una gran cólera y una gran vergüenza", dice al teléfono, desde Ciudad de México.

"La lucha social y polí­tica encuentra su motor en la información, si estamos en blanco no conocemos ni la indignación y no podemos reaccionar", señala la literata, periodista, activista social y férrea defensora de los derechos de las mujeres que presentó recientemente en México Dos veces única, novela sobre Lupe Marin, segunda esposa de Diego Rivera.

"En la actualidad hay una saturación, la información es un lugar común, estamos bombardeados de gran cantidad de datos que nos cuesta asimilar, que nos marean y nos hacen girar como trompos", advierte quien escribió "La noche de Tlatelolco" acompasada por el sonido de los mimeógrafos con que los estudiantes imprimí­an sus demandas para difundirlas.

"Antes era más fácil, habí­a una realidad y la viví­amos, ahora vivimos las catástrofes de todo el mundo", grafica la mujer que con el ensayo coral sobre la matanza que precedió al Mayo Francés de la imaginación al poder, rescataba los ecos de un convulsionado panorama polí­tico mundial y abrí­a nuevos caminos para la crónica hispanoamericana.

Esa masacre le valió a Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor el mote de Princesa Roja: La escritora habí­a publicado la crónica por primera vez en 1971 y ese mismo había rechazado el premio "de escritores para escritores" Xavier Villaurrutia con un incómoda pregunta al entonces presidente Luis Echeverrí­a Alvarez, "quién va a premiar a los muertos".

"Ni luz, ni agua, sólo vidrios rotos. Vi los zapatos tirados en las zanjas (...), las puertas de los elevadores perforadas por ráfagas de ametralladora (...), las huellas de sangre en la escalera y la sangre sin lavar", recupera el libro que hasta ahora sólo habí­a circulado en fotocopias gastadas en Argentina y que plantea la figura de un desaparecido muy distinto al argentino.

Los desaparecidos de México "son producto de la diferencia de clases, cuando en Argentina pueden ser 'hijos de familia' o estudiantes de un buen nivel económico", sintetiza la escritora nacida en Parí­s en 1932, heredera de una familia conservadora mexicana por parte su madre, las Amor, y de la nobleza polaca por parte de padre, los Poniatowski.

"Los de Ayotzinapa, además, responden al racismo, un crimen relacionado con el rechazo, la poca posibilidad de la gente sin recursos y la crueldad inadmisible de un paí­s que cuando busca los cuerpos de esos estudiantes encuentra más de 60 fosas clandestinas", resume 'la princesa de las izquierdas mexicanas', la que apoyó al candidato Andrés Manuel López Obrador contra el actual presidente Enrique Peña Nieto.

'La hija de la Malinche' en palabras de la escritora Margo Glantz, la que se desmiente feminista pero fue parte de la emblemática revista FEM y escribe "siempre" sobre mujeres "como una acción moral", se despide no sin antes referirse a un narcotráfico "muchísimo peor que en Colombia" porque "sus crímenes responden a la violencia de clases" en ese país que la desvela, esa tierra "deslumbrante" que pisó por primera vez a los 10 años y ya no abandonó, la que aprendió a "asimilar" y a "querer", a "trabajar para ella".

Fuente: Télam

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