Pocos hay que hoy, en América -al menos desde el Río Bravo, de México al sur- tienen motivos para festejar. No, al menos, entre los diezmados herederos de millones de aborígenes víctimas del colonialismo; entre los negros traídos como esclavos de Africa; y aun entre los que descienden de inmigrantes europeos pobres, que no fueron culpables de lo anterior.
Los europeos conocían de la existencia de América desde muchos antes, desde las andanzas del vikingo Erik "El Rojo" que llegó a las costas de Groenlandia (Tierra verde, en danés) y las posteriores de su hijo, Leif Eriksen, "El Afortunado", quien hacia el año 1000 recorrió el Atlántico a la altura de Canadá y Estados Unidos. (Télam)