Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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Un ensayo sobre cómo se visten los personajes de la literatura argentina

A partir de la original idea de indagar cómo se visten los personajes de la literatura argentina, la periodista especializada en moda Victoria Lescano se sumerge en algunos de los títulos más relevantes de las letras locales para brindar un lúcido análisis de indumentarias, vestimentas y estilos en su nuevo libro "Letras hilvanadas".
Roberto Arlt, Manuel Puig, César Aira, las hermanas Silvina y Victoria Ocampo, Lucio Mansilla, Adolfo Bioy Casares, Fray Mocho y Hebe Uhart son algunas de las plumas en las que Lescano (1968) -autora de "Followers of fashion" y "Prêt-à-Rocker"- pone el foco para iluminar un costado pocas veces explorado en el mundo editorial.

Para la autora, pensar las vidrieras de los negocios de medias que fascinan a Arlt en "El juguete Rabioso", la factoría de plumas en "Ema la cautiva" de Aira bajo el modo de los usos y costumbres drag (estética andrógina), o el cuarto infantil de la pequeña Victoria Ocampo convertido en pasarela de moda a lo Chanel, es un modo de entrever la literatura argentina como un largo recorrido de excentricidades y prosas radicales.

Pulseras, dijes, botones, bastones, galeras, polainas, prismáticos, camelias en el ojal, guantes blancos y capas son sólo algunos de los elementos del universo de la moda que se suceden a lo largo de los doce capítulos de este ensayo publicado por editorial Mardulce.

-Télam: ¿Cómo nació el libro?
-Lescano: "Letras hilvanadas" es de alguna manera la continuación de una serie iniciada con "Prêt-à-Rocker", en donde indagué sobre la vestimenta en el rock argentino. Mis apuntes sobre moda y literatura estaban en una libreta que me acompaña desde hace años. Por curiosidad, había hecho una investigación sobre "La moda", una publicación pionera que dirigió Juan Bautista Alberdi entre 1837 y 1838.

Había leído a Puig y volví a leerlo ya con la búsqueda precisa de indicadores de moda. "La furia y otros cuentos" e "Invenciones del recuerdo" son obras de Silvina Ocampo que leí y subraye varias veces ya para escribir sobre moda o por disfrute.

Algo parecido pasaba con Lucio V. Mansilla y "Los siete platos de arroz con leche" así como "Una excursión a los indios ranqueles"; "La costurera y el viento" de Aira lo volví a leer en diversos momentos. En síntesis, creo que todo libro resulta de un proceso, una serie de bocetos y de hilvanados y puntadas que de repente se corporizan y surge la trama.

-T: ¿Qué trabajo de investigación llevaste a cabo para la realización de este libro?
-L: En 2012, fui a algunas clases de un taller de Hebe Uhart porque me había llamado la atención el tono de sus descripciones sobre la vestimenta, no necesariamente "la moda". Creo que esa diferenciación es importante para el libro, hubo una búsqueda de modos de representación de la indumentaria desde la narrativa y a través de lenguajes con estilos bien diversos.

Para la búsqueda, además de revisar en mi biblioteca, hubo visitas a librerías de usado, en bibliotecas de amigas y amigos, compras en mercado libre de libros que eran difíciles de conseguir. Siempre supe que se trataba de un recorte y una mirada arbitraria sobre la literatura, matizado con recursos de la crónica y de la actualidad y documentación de moda, creo que todo eso resume mi método de trabajo.

-T: ¿Cómo sería un desfile imaginario con la participación de estos personajes de la literatura argentina?
-L: El desfile imaginario tendría varios apartados y "colecciones". Entre los modelos más representativas imagino los pantalones extremadamente ajustados -collant- que Lucio V. Mansilla trajo de París y en Buenos aires fueron apodados "pantalón bombilla" por la bombilla del mate, así como también los guantes blancos que vistió en sus excursiones y entre tolderías; el vestido de terciopelo de Silvina Ocampo y la túnica de alta costura que las sublimes costureras de la sucursal argentina de la casa Paquin cosieron para el poeta Tagore, por iniciativa de Victoria Ocampo; los abrigos de pieles de chinchilla, de visón y de armiño en una supuesta colección bocetada por Silvina Bullrich. En el apartado de ropa masculina, haría lugar para los sacos de hombre para fumar que Bullrich veneraba en sus textos, así como las mangas de una camisa de seda celeste que ella cortó de un modelo que perteneció a Marcelo Dupont, en un gesto conmovedor y fetichista, luego de la muerte de él, quien era su pareja.

También los vestidos de Rosita Bailón -la diseñadora Madame Frou Frou- en cuya tienda de la galería del Este, Puig acostumbró a comprar modelos inspirados en el cine para su mamá, así como también la campera de cuero marrón oscuro y el pantalón de franela gris de Juan Carlos Etchecopar -el personaje masculino de "Boquitas Pintadas"- que simboliza a un aspirante a estanciero, personaje farsante aún desde las ropas.

Y haría lugar a una de las prendas más democráticas: el jean, representado por el modelo que irrumpe en "Los pantalones azules", la novela de Sara Gallardo. Alguna pasada del desfile de modas haría lugar a los diseños de Paco Jaumandreu para la actriz Zully Moreno y los trajes a medida para Evita en los comienzos de su carrera política (es vox populi que luego se vestiría en la casa Dior), así como también los trajes que surgieron de happenings de moda y música que Jaumandreu hacía en clubes nocturnos, en cruceros.
Imagino que incluiría al vestido de novia con una cola de catorce metros cosido por Delia Siffoni por un encargo de una maestra del pueblo, que voló por los aires en esa novela disparatada y genial llamada "La costurera y el viento", de Aira.

Fuente: Télam

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