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Jueves 25 de Abril de 2024
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SOCIEDAD

Un mal que crece: cómo detectar a los chicos con trastorno de autoencierro

Se los llama hikikomori y los que más los sufren tienen entre 13 y 20 años, son varones y primogénitos de familia de profesionales. Los síntomas y conductas de éstos jóvenes brillantes que un día se hartaron de hacer las tareas impuestas por sus padres.
(DIARIOC, 29/09/2008)Este fenómeno llegó a nuestro país después de la crisis de 2001 y aunque cada día son más los niños que lo padecen, la mayoría de ellos tiene un diagnóstico de depresión o de fobia social que concluye en medicación y, muchas veces, en internación.

"Sin embargo los hikikomori con medicación no se curan, ni internándolos salen del autoencierro. Así no mejoran. La única forma de que mejoren es atendiéndolos a domicilio", dijo la psicóloga clínica argentina Sonia Almada, también directora del centro asistencial de salud mental Aralma al diario Clarín.

A diferencia de los esquizofrénicos, que tienen delirios y alucinaciones, o de los que sufren de algún tipo de trastorno de ansiedad, que deriva en incapacidades cognitivas y sociales, el hikikomori no quiere salir.

"La sensación de los hikikomori es que si hacen algo, a los ojos de sus papás, van a fracasar. No se sabe muy bien por qué deciden encerrarse".

"Todos son hijos de padres que les exigen que hagan lo que ellos no pudieron. Por lo mismo, un día deciden autoencerrarse y eso, al principio, les da alivio".

"Estos jóvenes se caracterizan porque no socializan con nadie ni quieren salir a ningún lado", describió Almada.

El fenómeno hikikomori nació en Japón en los 90, y allí afecta a 1.200.000 adolescentes ultraexigidos por una madre sobreprotectora, un padre ausente y una sociedad posmoderna que demanda competitividad, rendimiento y alto consumo.

Los criterios para detectar el hikikomori en un adolescente son:

Se aislan progresivamente, hasta el autoencierro.

Muestran desinterés por los proyectos anteriores y también por el futuro.

Evitan las situaciones públicas o a los desconocidos.

Se oponen absolutamente a salir de la casa o a recibir visitas.

Descuidan su higiene y ropa.

Sus únicas actividades e intereses son los juegos de PC y de las consolas.

La mayoría de los padres de los hikikomori no asumen su responsabilidad en el padecer de su hijo. Con el tiempo comprenden que es una problemática de origen familiar y que todos necesitan ayuda.

"Me encierro porque me siento indefenso e inseguro. Incapaz de afrontar la realidad. Me encierro porque me siento solo en este mundo, me siento perseguido, observado y cuestionado", fue el comentario de uno de los pacientes hikikomori de Almada y resume el padecimiento que sufre gran parte de la denominada generación 2.0.-Telam-

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