Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Un sello desobediente que recala en Argentina

Contra la amargura laboral temprana, en defensa del derecho a la pereza, en apologí­a al libro como objeto lento, como resistencia y desobediencia al 'mainstream' editorial surgió La tumbona, el sello mexicano que desembarca en Argentina con autores, tí­tulos y temáticas que avanzan por los rieles de la contracultura.
En Buenos Aires está el mito de origen de este colectivo de escritores y artistas, fue en el 2005 de la Argentina postcorralito y el México preguerra narco que los futuros integrantes del sello llegaban con valijas vací­as y regresaban con las maletas repletas de libros.

"Vení­amos porque era muy barato pero encontramos mucho más que unas vacaciones en la miseria de los otros o una forma de hacer circular libros que no llegaban a México", dice a Télam la escritora Vivian Abenshushan, una de las voces del equipo que desembarca en el paí­s con Versus, colección que incluye títulos como Contra los hijos, de Lina Meruane y Contra la belleza, de Rafael Gumucio.

"Era un momento muy particular de la cultura y polí­tica argentina, donde en medio de la crisis y precisamente por eso habí­a una enorme vitalidad política y social, una búsqueda de otras formas de organización colectiva que llegó a nuestra cultura", repasa la autora de El clan de los insomnes y Una habitación desordenada.

A la editora y activista nacida en 1972 en el DF la impresionaron desde la recuperación de fábricas, pasando por las clases públicas en la calle, hasta grupos editores como Eloí­sa Cartonera, que devino una referencia para la futura 'tumbona' (reposera en estas tierras) porque era, a su manera, el proyecto de una economí­a distinta.

"Trabajaba 12 horas en una revista que me hací­a profundamente infeliz", cuenta ella; "laburábamos -en México se dice 'chambear'- en lugares insatisfactorios en muchos sentidos, vitales y culturales", se suma Luigi Amara, colega y compañero de viajes por aquellas épocas, autor de "Historia descabellada de la peluca" y pasajero del colectivo mexicano que este año cumple una década.

Y en esa Argentina donde todo podí­a pasar, recuerda Abenshushan, "encontramos lecturas que afectaron en forma directa el trasfondo conceptual de lo que sería La tumbona: textos situacionistas, un libro de Hakim Bey -ensayista neoyorquino y poeta Peter Lamborn Wilson que autodefine anarquista y ontólogo sufí­- y un 'stencil' que rezaba ­'Mate a su jefe, renuncie'".

"Convencí­ a Luigi para que renunciara, el convenció al diseñador para que renuncie, éramos un colectivo de desocupados", rí­en, "desasalariados" corrigen, "de hecho el libro que escribió Vivian sobre desocupación -que se encuentra en wwww.escritosdesocupados.com- es paralelo a este proceso", destaca Amara.

Buenos Aires "era un hervidero que nos cambió el horizonte de lo posible -continúa el escritor-. En México suele hacerse todo demasiado diseñado, construido, pensado y aquí­ veí­amos como armaban un bar con las sillas de la tí­a, eso hizo que literalmente, con pura imaginación y cero dinero, lográramos armar nuestro sello".

Tumbona ediciones era y es, entonces, "un ejercicio polí­tico, económico, vital y estético que nació con la idea de renunciar al trabajo alienado y al 'martiriologio', esa cosa equivocada de la economí­­a que vuelve frágiles a estos proyectos", acota Abenshushan, quien como el resto de sus compañeros cobra un sueldo simbólico por el trabajo que, al principio, creyeron les llevaría sólo cuatro horas diarias, "una ingenuidad absoluta", se sonríe.

¿Por qué la colección Versus como primer opción en Argentina? "Por el espí­­ritu crí­tico, si quieres quejoso y permanentemente indignado de los argentinos -dice Abenshushan-, que nos encantarí­a contagiar a este México de 100.000 muertos oficiales y más de 30.000 desaparecidos a ocho años de iniciada la guerra del narco".

"Pero no sólo es una cosa con el miedo, tiene que ver con la vida", interviene la artista visual Verónica Gerber Bicecci, sumando cuerpo y porosidad a ese mosaico de voces y rostros que es La Tumbona.

"Cuando se hací­an las marchas por Ayotzinapa -los 43 estudiantes desaparecidos en septiembre último- se gritaba 'vivos los llevaron, vivos los queremos' y hubo gente que criticó ese grito por absurdo, dando por sentado que ya estaban muertos, pero es un grito social sobre el valor de la vida, la expresión de que todos queremos volver a vivir", asevera la artista nacida hace 34 años en el DF.

"Son cifras enloquecedoras", "México tiene una resistencia más pasiva", "hay una capacidad brutal para olvidar", "el asunto es la normalización de un estado de excepción que todo mundo quisiera no sucediera"... la conversación deriva por carriles que evidencian el activismo social del sello.

Una editorial que también se resiste al espí­ritu neoliberal -el del autor como marca y celebridad y el del libro como mercancí­a, como objeto efí­mero que dura poco más que el queso y poco menos que el yogur- y va a contracorriente de un sistema de novedades surgido de la presión comercial que convierte a las librerías en supermercados.

Ocurre que "los libros son objetos lentos, pertenecen a otro ritmo, a veces hay autores y obras que tardan décadas en encontrar a sus contemporáneos -define Abenshushan-: 'Moby Dick' en su momento fue un fracaso editorial y si no hubiera habido editores osados que decidieron darle tiempo no se habrí­a convertido en emblema del espíritu gringo norteamericano".

Un ritmo y convicción que desde la mirada caleidoscópica de La Tumbona, Gerber Bicecci, la artista visual, lo grafica así: "Hace poquito una chica fotografió los colofones de nuestros libros y tuiteó 'me tardé cinco años en descubrir esto'. Nuestro colofones llevan un mensaje extra que solamente un lector más lento o clavado descubre, alguien que entiende cómo pensamos las publicaciones".

Otra forma de leer ese trabajo llegó de la mano de universitarios que se fotografiaban enarbolando "Desobediencia civil", una cuidada edición del texto de Henry David Thoreau, durante una gran protesta en 2012: "Esa incidencia en la comunidad nos importa -dice Amara- prestamos atención a una idea que flotaba en la sociedad, reeditamos el libro y lo subimos a Internet. Justicia poética".

Gerber Bicecci habla de otra foto -una chica pintada como la Catrina (calavera del Dí­a de los muertos) sentada en un zócalo (plaza) de la ciudad, leyendo el mismo libro-: "Eso también es México y La tumbona, esa recuperación de un pasado prehispánico, de ciertas costumbres arraigadas por la religión católica, más... no sé... imagino que era una estudiante".

A 10 años de esta pequeña historia de la edición horizontal, caótica y colegiada, La tumbona reposa pero no se ahorra la molestia, y muestra el camino de la organización colectiva, con la enorme complejidad que entraña esa disposición de escuchar al otro y de moverse de lugar.

Fuente: Télam

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