"Decir algo. Poder decir algo. Valerse de convicciones, concepciones, saberes, intuiciones, miradas y sentimientos. Aunque todo tiene su réplica, su desdén, todo puede ser rechazado en el momento de ser abierto, en el momento de ser dicho el decir peligra. Pero quiero escribir o pensar en voz alta desde alguna recobrada certeza, sin ningún optimismo, sino desde esa desmañada ausencia de maestros en que vivo. Y quiero decirlo sin mucha metáfora, sin ironía ni paradoja, sin demasiada jerga cansada. Aunque algún modo se trasponga porque el estilo se hace cargo del decir, enfrenta y reparte la paciente o impaciente comprensión.
Quiero pensar hoy -escribo para pensar- a Héctor Libertella maestro y a Osvaldo Lamborghini maestro.
A Libertella lo conocí y traté (y a quién le importa! -pueden suponer) pero su decir y su hacer armaron en mí una combinatoria creciente. Algo para la vida. La literatura sirve para vivir. Y Libertella vivió finalmente para escribir y eso nos trajo alivio y alegría con su mirada huidiza y sus maneras pequeñas y elegantes. Bailaba en la biblioteca argentina.
Fuente: Télam