Este hombre sí que sabía administrar la belicosidad ambiente, como si la masticara, y por eso siempre pareciera trabajar sus palabras como un obrero rural, una especie de brutalidad sacra, algo así, cuando en verdad proponía un laburo sobre la palabra que se deslizaba sobre los símbolos móviles. Me acuerdo en especial de un poema de "Norte", ese pequeño libro cruzado por la experiencia de los desencuentros, la violencia entre pares, la historia como vía crucis del primer hombre celta que revive para ser despedazado por la guardia británica.
Ese poema es "Sueños de hueso", y en su parte sexta comienza el poema con una imagen que pareció a primera lectura un emblema del dolor y la desolación, y dice así: "Una mañana en Devon / encontré un topo muerto / aún salpicado de rocío. / Pensaba que el topo // era un excavador de osamenta dura / pero allí estaba / pequeño y frío / como el mango de un cincel. // Me dijeron 'Soplá, soplá a contrapelo la piel de su cabeza. / Esos pequeños puntos / eran sus ojos...'" Siempre creí que en esa imagen, contenida, estilizada por la observación del irlandés, estaba concentrado el trazo de un poeta.
Una emoción provista de sutileza y un grito capturado por la imagen del despojo y la naturalidad de una muerte. Después de leerlo, me puse a escribir un librito llamado "Irish Republican Army", que le debe todo a este escritor, y que fuera publicado hace poco en Uruguay. Me gustaría que la gente leyese uno de sus últimos trabajos, "Distrito y Circular", que sigue el recorrido de dos estaciones del metro de Londres. La poesía de Heaney, Pablo, guarda para sí la certeza de que el horror tiene su belleza, es decir, se puede escribir desde la belleza. Y eso es un patrimonio difícil de soslayar. Un abrazo, y hasta la próxima.
Mario
Fuente: Télam