Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Una historia de amor bajo el signo de la guerra

Los amantes bajo el Danubio, de Federico Andahazi, cuenta la tormentosa historia de amor de dos parejas durante la ocupación nazi en Budapest y lejos de ser sólo una ficción literaria se ampara en la vida del abuelo del escritor, un pintor húngaro distinguido por proteger a personas judías durante el nazismo, inclusive al amante de quien fue su mujer.
A partir de esa historia, Andahazi construye una trama apoyada en la tensión narrativa que se instala desde la primera página, cuando Bora, ex teniente de reserva y ex embajador húngaro en Turquía, traslada escondidos en su automóvil a su ex mujer, Hanna, y al marido, Andris, -ambos judíos-, y sortea un control del ejército alemán.

Así logra llegar a su casa, donde ocultará a la pareja en un sótano, con la que no cruzará palabra durante los seis meses que durará el encierro.

Esa casa se transformará entonces en un lugar amenazado, incómodo tanto para sus dueños como para quienes permanecen escondidos, no sólo por el peligro que significa ocultar a judíos perseguidos por el nazismo, sino porque los precede una historia de amor y de engaño: antes de convertirse formalmente en su marido, Andris había sido amante de Hanna, lo que deriva en la separación de Bora, quien sella un nuevo matrimonio con Marga.

En tren de revelaciones, Andahazi dice que Los amantes bajo el Danubio (Planeta) se gestó además a partir de un libro de poemas, cuyo autor fue su padre, con quien no tuvo contacto en su infancia, y al que conoció casualmente en 1980, a los 18 años, a partir de la foto que tenía la solapa de ese poemario.

"Venía caminando por avenida Corrientes y en Montevideo veo a un hombre de barba, fumando pipa y digo es el autor del libro, es mi viejo; me acerco, lo saludo, me presento y le digo 'Usted es Bela', 'Sí', me contesta. 'Soy su hijo', le digo.
Bueno, a partir de ahí se dio una relación paterno filial bastante particular... jamás le pude decir papá, pero llegamos a ser muy buenos amigos y compartir el gusto por la literatura", recuerda el autor de El anatomista y Las piadosas.

En ese libro, que pareció llegar a sus manos como cargado de dones, también halló el recorte de un diario de 1960, a través del cual se enteró de que su abuelo paterno había sido reconocido por la AMIA junto a Emilie Schindler por haber escondido judíos durante la guerra en Budapest.

"Con esta rica historia me propuse desde hace mucho tiempo reconstruirla en Budapest", cuenta Andahazi en diálogo con Télam, quien abunda en detalles sobre el particular personaje que fue su abuelo, al que define como "la oveja negra" de una familia aristocrática, que participó en las dos guerras mundiales y que producto de ello vivió durante muchos años con una bala en la cabeza. Además fue embajador y excelente pintor, pero llegó a la Argentina "con lo puesto", a raíz de la invasión rusa, en Hungría.

Télam: ¿Cómo fue entonces empezar a trabajar sobre esta historia?
Federico Andahazi: La investigación y el rastreo de personas que habían sobrevivido al Holocausto y la hipótesis literaria que me propuse, me permitieron reconstruir una historia que resultó muchísimo más asombrosa de lo que creía. A partir de que me entero de que mi abuelo escondió en el sótano a su primera esposa junto al marido, con quien lo había engañado, empecé a imaginar cómo habría sido la convivencia, lo que debió haber sido el clima de esa casa. Y desplegué dos escenarios: uno en el sótano y otro en la casa que produce esa suerte de terremoto en cada uno de ellos.

Fue un acto humanitario, de altruismo, pero el marido de la ex esposa de mi abuelo lo vivió como una venganza. Decía: "este hombre está vengando mi actitud desleal y canallesca".

T: ¿Y al ser tan cercana a vos, te resultó más fácil o más difícil escribirla?
F.A: Me resultó difícil escribirla, porque una cosa es escribir sobre personajes de la Edad Media, el Renacimiento que no tienen ninguna relación directa con uno, y otra, reconstruir esta historia tan cercana, porque cuando uno cuenta esa historia se encuentra con aquella historia, pero también con la historia personal, y así intenta encontrar respuestas a algunos misterios de su propia biografía.

Para mí, la idea era contar esta historia sin que perdiera ningún registro sentimental y que mantuviera atento al lector, que quisiera saber cómo termina el libro.

T: ¿La elaboración de personajes heroicos partió de una necesidad de la historia, del momento histórico o de un mensaje que sería algo así como que para sobrevivir al nazismo se necesitaba ser héroe?
F.A: Es cierto que uno se ata desde lo literario a los héroes clásicos que leyó y en este caso se parece bastante al personaje real. Pero para mí Andris es el gran héroe, casi un antihéroe: un dentista judío, que no tiene ningún tipo de brillo ante los pergaminos y destrezas que tenía Bora. En cambio Andris es el tipo que padece, sufre, que se hace héroe a pesar de sus escasos recursos y se puede sobreponer al sufrimiento. Todo el tiempo parece ser que Hanna le salva la vida, pero en un momento le dice: vos me estás salvando la vida a mí y por eso le implora y suplica que no se suicide, porque su compañía y su amor hacen que pueda seguir adelante.

Pienso que hay casos de heroísmo que sólo consisten en estar ahí, al lado de alguien, que parece poca cosa, pero a veces puede ser el acto más heroico. Además Andris se va a revelar como héroe porque permitirá que Bora tenga su gran destino de pintor.

T: En el transcurso de la novela se ve una transformación de las mujeres, fundamentalmente a través de su sexualidad, ¿Buscaste llevar un mensaje sobre el rol de la mujer, una exaltación del género femenino?
F.A: Las mujeres en esta novela tienen un papel muy importante porque por lo general se tiene la visión de que la guerra es cosa de hombres, y puede ser que en los escenarios bélicos lo sea, pero me parece que en las historias íntimas que deja la guerra las mujeres tienen todo ese protagonismo.

Tanto Hanna como Marga son fundamentales. La resistencia moral a la sexualidad proviene del judeocristianismo y me preguntaba cómo sería la vida íntima de ese matrimonio recluido en el horror total. Me propuse no eludir esa pregunta y a medida que escribía descubría que el sexo es el nexo más puro y genuino con la vida y la forma de escapar a la amenaza de la muerte.

Por eso en esa escena en la que aparece el oficial nazi, y ellos están materialmente en peligro, deciden entregarse al sexo como una suerte de última voluntad, de lazo ante la vida, como una suerte de coraza protectora ante la muerte. Creo que la sexualidad debió haber ocupado ese lugar, lo que pasa es que eso siempre se silenció.

T: La historia se construye en base a un juego de oposiciones que se construyen: amor-odio, nazis-víctimas, maridos-amantes, casa arriba y abajo ¿Por qué la estructuraste de esa manera?
F.A: No le rehuyo a los lugares comunes, me parece que lo original es el uso que hace uno de los lugares comunes. Esta historia está contada con todos los recursos de una novela de amor, pero además tiene mucho de teatral. Traté de tomar los elementos de la dramaturgia griega y de rescatar la dramaturgia shakesperiana con oposiciones permanentes para que el amor encuentre su camino.



Fuente: Télam

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