Catamarca
Jueves 18 de Abril de 2024
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Una novela futurista atravesada por el amor y la angustia existencial

En El peso del corazón la periodista y escritora española Rosa Montero fusiona recursos de la ciencia ficción, el policial y la novela política para construir un relato de sesgo futurista que marca el regreso de su heroína Bruna Husky y de los tópicos recurrentes en su obra: la fugacidad del tiempo, la angustia frente a la conciencia de finitud y la memoria como una construcción compleja atravesada por la ficción.
Cuatro años después de su irrupción en la novela Lágrimas en la lluvia la replicante con memoria humana regresa más pasional y encendida que nunca para desactivar una trama de corrupción que en el año 2109 amenaza con desestabilizar el frágil equilibrio entre una Tierra convulsa y la dictadura religiosa de Reino de Labari, mientras procesa los sentimientos contradictorios que le produce adoptar una niña pequeña.

A Bruna la trastoca la proximidad de la muerte y se comporta, al decir de un fragmento de Elías Canetti que la autora de La hija del caní­bal y La loca de la casa menciona en la novela, como "una fiera atrapada en la cárcel de su corta vida, un tigre que va y viene ante los barrotes de su jaula para que no se le escape el único y breví­simo instante de la salvación".

La protagonista de El peso del corazón (Seix Barral) porta también un pasado diseñado en laboratorio, una particularidad que a Montero le sirve para retomar su reflexión sobre el carácter arbitrario de la memoria y los componentes ficcionales que sobreviven en todo acto de recordar.

"He creado un futuro ciertamente posible, con cosas buenas y malas, como éste. Pero es cierto que la condición humana se repite. Estamos en un momento muy difí­cil, crí­tico, donde hay una añoranza de las dictaduras, del totalitarismo de todo tipo, ya sea ultrareligioso o laico. Hay un evidente desencanto del sistema democrático por doquier, porque al ser transparente muestra sus lacras, su hipocresí­a, su inoperancia. Pero es que fuera del sistema democrático está el infierno", sostiene Montero a Télam.

Télam: No parece azaroso que haya elegido un título con tanta carga humanista para una novela de ciencia ficción...
Rosa Montero: En realidad no tengo la sensación de haber hecho una novela de género, entendiendo por género tener que limitarme a una forma expresiva. Creo que no es sólo una novela de ciencia ficción sino muchas novelas juntas: un thriller, una novela psicológica, política, fantástica, de aventuras...
Hay un equívoco general sobre la ciencia ficción: la gente suele creer que es un género que habla sobre cosas remotas e irreales, de marcianitos con orejas picudas pero es un error enorme porque la ciencia ficción te da una herramienta metafórica muy poderosa para hablar de la condición humana y del aquí y ahora.

T: El futuro que planteás en la novela se nutre mucho de la agenda del presente: la depredación de la tierra, la conspiración, el peso de las conspiraciones, el afán desmedido por el poder ¿A pesar de las expresiones de deseo esas cuestiones son cosustanciales a la condición humana y por lo tanto son irresolubles?
R.M: Claro que sí: todo esas cuestiones forman parte de la condición humana. Desde las cavernas tuvo que haber unos individuos que luchaban por conseguir una comunidad más empática y más igualitaria y otros que luchaban por mandar y esclavizar a los más débiles.

A pesar de todo, no retrato un mundo distópico o apocalíptico. Si a un habitante de 1909 le hubieses explicado todo lo que esperaba -las dos guerras mundiales, el nazismo, el stalinismo, la bomba de Hiroshima"- se habrí­a quedado espantado. Pero en el siglo XX se ha alcanzado el Estado del bienestar, también ha habido muchí­simos avances en los derechos humanos y se ha consolidado la democracia.

Mis novelas hablan por eso de supervivientes. No escribo sobre perdedores, sino sobre supervivientes. La vida es una lucha: si no luchas realmente no vives o vivirás mucho peor. Es posible que un perdedor y un superviviente quizás tengan la misma realidad objetiva, pero la diferencia es completamente distinta: el superviviente no se rinde jamás. El hecho mismo de luchar le cambia la vida.

T: En la novela, no sólo los humanos son conscientes de la finitud de la vida. También la replicante Bruna, quien además sabe exactamente cuándo se desencadenará su muerte ¿La imprevisibilidad termina siendo más tranquilizadora que la certeza?
R.M: Bruna representa la gran tragedia humana que consiste venir a este mundo con tantas ganas de vivir, llenos de pasiones y deseos para luego ser devorados por la muerte en dos parpadeos. Y luego en otros dos parpadeos se morirá la siguiente generación y ya no habrá nadie que se acuerde de nosotros siquiera. Por otro lado, lo bueno es que cuando eres tan consciente de la muerte eres al mismo tiempo muy consciente de la vida.

Bruna no sólo teme a la muerte: se siente estafada por ella. Así como está tan llena de muerte también está muy llena de vida.

En la novela es notoria esa angustiosa frustración por la desaparición segura pero también hay rebeldí­a. Es la muerte la que indigna, como dice. Me parezco mucho al personaje en la manera de temer y odiar la muerte. De hecho, los novelistas estamos mucho más obsesionados por el paso del tiempo que el resto de la gente.

T: Bruna tiene una memoria diseñada por otro ¿En qué medida una memoria falsa puede dar lugar una indagación legítima y esclarecedora sobre uno mismo y el mundo?
R.M: La memoria es una invención: no existe, no es objetiva, no es cierto que recordemos lo que decimos que recordamos. Lo que construimos con los recuerdos es muy distinto a lo que hemos vivido. El de la memoria y la identidad es uno de mis temas recurrentes. La identidad se basa en la memoria y nuestra memoria -la de todos los humanos- es una mentira, un invento.
Creemos que recordamos las cosas pero en realidad las vamos reelaborando constantemente, siempre las cambiamos sobre la marcha. Roland Barthes dice: "Toda ficción es autobiográfica y toda biografí­a es ficción".

Por suerte existe esta imaginación que completa nuestra memoria y le da, además, una apariencia de orden a nuestras vidas. Sin eso, la existencia serí­a insufrible, inaguantable, puro ruido y furia. Un caos. Lo maravilloso es que nuestra imaginación consiga darnos una identidad a nuestro pasado y por tanto a nuestro presente.

T: ¿Qué relación entabla un escritor con la verdad cuando opta por la ciencia ficción o el género fantástico?
R.M: La ciencia ficción es muy exigente en cuento a rigor interno, todo lo contrario del relato maravilloso, que a mí­ personalmente no me gusta ni como escritora ni como lectora.

Te obliga a ser muy exacto, verosí­mil y preciso en la construcción del mundo que narras. Todo tiene que encajar como un rompecabezas.

El lector debe sentir que ese mundo es tangible y real y eso exige un esfuerzo de creación. Esta novela, aunque transcurre en el año 2109, es una de mis obras más realistas porque se preocupa por las menudencias más í­nfimas de la vida cotidiana. Creo que he imaginado un mundo muy próximo a lo real.

Fuente: Télam

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