Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Una obra inquietante en la que Zambra interpela al lector

En Facsímil, el escritor chileno Alejandro Zambra (Santiago, 1975) aborda una obra experimental e inquietante, donde interpela al lector, lo invita a resolver acertijos literarios, con los que logra conmover apelando a la memoria y a temas universales como la muerte y el amor para cuestionar, a veces, lo instituido.
Zambra, autor de Mudanza, Bonsai, Bahía Inútil, Formas de volver a casa, entre otras obras, utiliza el esquema de organización de los 90 ejercicios de selección múltiple de la Prueba de Aptitud Académica de ingreso universitario, que se aplicó en ese país desde 1967 hasta el 2002, y cuestiona una forma de aprendizaje que solo acepta "una respuesta única".

A contrapelo de esa concepción, en uno de los ejercicios, propone marcar la opción que corresponda para construir un buen esquema o plan de redacción. Entonces bajo el subtítulo "Un hijo", escribe 1) Sueñas que pierdes un hijo; 2) Despiertas; 3) Lloras; 4) Pierdes un hijo; 5) Lloras; y las opciones para el lector son: A) 1-2-4-3-5; B) 1-2-3-5-4; C) 2-3-4-5-1; D) 3-4-5-1-2; E) 4-5-3-1-2. Todas válidas y plenas de sentido.

De esta manera, en Facsímil (Eterna Cadencia) Zambra se aboca a la producción de sentido en la creación literaria, con temáticas que remiten a la infancia, la política, la dictadura, los vínculos familiares y la educación, con climas narrativos que van de la angustia al humor, y configuran una obra que no se puede ubicar en uno de los géneros literarios tradicionales.

En una entrevista con Télam, Zambra explica cómo concibe la creación literaria y evalúa que al leer Facsímil el lector "no puede refugiarse en la tranquilidad de la institución literaria".

T: A partir de qué situación o idea surgió Facsímil?
Z: Estaba escribiendo sobre ese tiempo, sobre esos primeros años de los noventa, cuando nos preparábamos para la prueba. Toda esa retórica del éxito y del fracaso y de la respuesta única. Y me puse a hacer ejercicios, a imitar esas estructuras, con espíritu paródico. Estaba la alegría de la parodia y también el lado sombrío, de pérdida, de incontestable seriedad. Y quise poblar ese territorio, por así decirlo. Repoblarlo o más bien ocuparlo, construir encima. Y aparecieron tonos y posibilidades y problemas que me interesaban, que me interesan. Este fue un libro bastante colectivo también, porque varios amigos lo leyeron y contestaron.

T: En el libro se habla de una educación memorística, que no ayuda a pensar, terreno fértil para que los estudiantes se copien, y capaz de formar personas corruptas, en este sentido, ¿cómo entronca con tu obra?
Z: Creo que esa educación autoritaria, vertical y 'gritoneada' sintonizaba a la perfección con los discursos sociales de los ochenta y de los noventa. Lamentablemente es el modelo que sigue primando. La educación como mera reproducción de un pensamiento, como manoseo. Facsímil se pregunta hasta qué punto esas estructuras te marcan. El espejismo de una respuesta única y correcta, la lógica de las opciones, de los distractores, el juego profundamente ideológico de exclusiones e inclusiones. Y esa dimensión facsimilar de la experiencia. Los hijos como facsímiles de los padres. Y esos hijos que ya no son hijos sino padres. Quería ser hijo para siempre, pero ya es ridículo tener cuarenta y seguir definiéndose como hijos. Los hijos como ex hijos. O como decía un escritor chileno, Roberto Contreras, una generación de padres sin hijos. Me interesan esas vidas. Esas soledades, esas tensiones.

T: En este libro juega un rol muy importante lo experimental y lo lúdico, donde hay más lugar para la multiplicidad de significados. En esta línea, ¿cómo concebís la creación literaria?
Z: No me interesa el experimento por el experimento. Aunque suene obvio, Cortázar escribió Rayuela antes de Internet. Y después de Rayuela vinieron miles de "elige tu aventura". El lector decide, claro, siempre es así. La condición de existencia de un libro como Facsímil estaba ligada a esas aceptaciones y rechazos. El lector de Facsímil se ve interpelado de formas directas, debe tomar decisiones sobre lo que está leyendo que lo implican personalmente, debe pronunciarse sobre temas incómodos, no puede refugiarse en la tranquilidad de la institución literaria. No es "elige tu aventura". No es "el cliente siempre tiene la razón". Hay un choque, un cortocircuito que me importa. Quizás luego puedes clasificar tu experiencia de lectura, decir si el libro es "bueno" o "malo" o si es "novela" o "poesía", marcar una y sólo una de esas opciones, como hacen los buenos estudiantes. Pero eso viene después de descifrar la propia risa o la molestia e incluso la indiferencia.

T: ¿Por qué elegiste el título Facsímil?
Z: "Facsímil" es, curiosamente, un título muy chileno. Porque sólo acá se da la asociación inmediata entre esa palabra y los ejercicios de opciones múltiples. La explicación es bien larga y enrevesada -se publicaba y aún se publican, junto a diarios de circulación nacional, los "facsímiles", es decir, las pruebas efectivamente realizadas a nivel nacional en años anteriores, para que pudiéramos prepararla. O sea que estudiar para estas pruebas era "hacer facsímiles".

T: Teniendo en cuenta la forma de organización de lo escrito, esta obra parece tener más relación con la poesía que con la narrativa, lo hiciste conscientemente?
Z: No tengo claro de antemano si voy a escribir poesía o prosa. Como hace muchos años que no publico poesía, pareciera que dejé de escribirla, aunque a veces sí pienso que, como en el poema de Parra, "la poesía terminó conmigo". Como sea, yo no quisiera amarrar genéricamente este Facsímil, normalizarlo para que quepa en el cajón de un género literario. Es un facsímil, creo.

Fuente: Télam

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