En un ala de esta fábrica, una suerte de gran hangar entre montacargas, soldadoras y prensas hidráulicas, se destaca la instalación del colectivo Escaleno, que conforman los artistas Romina Martínez, Andrea Ricchini y Walter Sierra.
"Ser isleño es queja y regocijo, es flaqueza y dinamismo, es hartazgo y orgullo. Es a veces tan real ser un aislado que subyuga. Es la conciencia más cabal de la soledad posible", reflexionan los creadores de la obra.
También en Renacer se puede ver una intervención del grupo Constelar, que integran Paula Cifuentes, Raquel Delfino, Nany Ruartes y Ruben Strizic: una montaña de valijas rojas, con los nombres de los pasajeros, que se conectan por finas sogas del mismo color.
"Viajamos dejando atrás nuestro lugar, atravesando caminos guiados por nuestros sueños, nuestras ansias, con nuestro equipaje cargado de recuerdos. Llegamos a la naturaleza hecha magia, a un lugar deseado donde el rojo de los atardeceres se mezcla con los rojos de las lengas en otoño", explica, de modo poético, este grupo de artistas y amigos que se conocieron en el profesorado de artes plásticas de la Universidad de La Plata.
En Renacer, a modo de anfitriona, se encuentra Mónica Acosta, actual directora de la cooperativa, junto a una muestra que detalla a través de fotografías la lucha llevada a cabo por los trabajadores para recuperar la fábrica y mantener los puestos laborales.
En esta ciudad todo funciona como una gran constelación y uno de los empleados de Renacer, Pablo Jesús Barone, es además fotógrafo y se presenta en la bienal con su obra "Gigantes de pie", una serie de imágenes en la vía pública que buscan deliberadamente señalizar los límites de la zona industrial.
"Puede que en algunas obras no entendamos bien lo que se quiere expresar pero entendemos que el arte que se presenta acá es para todas las clases sociales, no es elitista, y es una manera bella de expresarse. Además, es un punto de encuentro con los ciudadanos, que nos permite plantear en qué instancia está nuestra lucha", dice con soltura esta joven trabajadora que dirige la cooperativa.
El recorrido sigue en la vía pública, a orillas de la bahía, donde se emplaza un auto viejo y oxidado, intervenido con almejas, caracoles, césped y piedritas, todos elementos autóctonos, una obra presentada por la artista Carina Gavalda, con la que hace referencia a la conciencia vial pero además a una temática implícita en esta ciudad austral y de temperaturas inhóspitas: los lugareños casi no caminan, se mueven a todos lados en auto.
Una impronta de fuerte reflexión atraviesa la mayoría de las piezas que integran esta bienal de arte -curada por la historiadora María Teresa Constantín-, que se propone dar mayor visibilidad a la producción contemporánea de los artistas que trabajan de este lado del estrecho de Magallanes, con sus ventajas y desventajas, radicados en esta geografía de paisajes privilegiados y temperaturas inhóspitas.
La subjetividad es otra de los rasgos fuertes que atraviesan las obras del MAF, como las imágenes de la joven María del Rosario Sanz, que se fotografió a sí misma en comunión con la naturaleza de estas tierras tan frías, de bocanadas de aire gélido, de bosques nevados y de paisajes en los que se vislumbra la cordillera chilena.
En la antigua Casa Beban, una construcción de principios de siglo XX, el espectador verá la instalación de Maximiliano Sebastián López, nacido en 1985 en Quilmes, sur del conurbano bonaerense, y radicado en la isla desde fines de 2009, donde se encontró con un paisaje de bosque, nieve, mar y viento que lo llevó a imaginar un posible catálogo de flora y fauna.
La naturaleza irrumpe también en la obra de la artista Lorraine Green, quien creó un alfabeto de árboles a partir de la premisa de dibujar para cada especie de la zona su letra inicial, recortándose la silueta de la letra en la forma del árbol.
La obra de Amanda Monsalve consiste en la pegatina de 270 afiches desde la entrada del Parque Nacional hasta el Museo Marítimo -pasando por el ingreso a la Casa de la Cultura- ilustrados en blanco y negro con diferentes flores autóctonas, como clavelito u orquídea de Magallanes, que el isleño, ensimismado, a veces olvida de observar su belleza.
Obras como "Siembra islas y recogerás náufragos", de Elisabet Quallio; "Frágil estado" de María Jacob; "Los mirados" de Micaela Cantero; "Ooshoovia" de Javier Elissamburu o las fotografías de la serie "Minoría, mayoría, minoría" de Alfio Baldovin también resultan imperdibles en este encuentro de arte que no en vano se estructuró alrededor del eje "la isla", un territorio donde imaginar mundos posibles.
Fuente: Télam
