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Viernes 19 de Abril de 2024
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Vida, muerte y estilo cinematográfico en los cuentos de Roncone

El joven escritor chileno Juan Pablo Roncone desembarca en Argentina con "Hermano ciervo", un libro de ocho relatos de prosa precisa, vital, fragmentaria que juega al mismo tiempo con el ardor cinematográfico de la búsqueda de la secuencia perfecta y le entrega al lector un entretejido conectado y oscuro, de asimilación inmediata.
Roncone pinta circunstancias que van desde los secretos sexuales de un trío de amigos que se develan ante la insólita presencia de un canguro en el medio de una ruta, pasando por un hombre que acude compulsivamente a grupos de ayuda y recae en una sesión de espiritismo con padres que perdieron a sus hijos, hasta la historia de un peluquero que ya no puede soportar que quien atropelló a su hijo tenga a los suyos sanos.

El autor también se interna -con un sesgo iniciático que reviste estos relatos- en la vida del hermano de un suicida que serpentea un submundo para encontrar las causas de esa muerte o en el relato de un escritor que llega a una isla para conocer a su moribundo padre, pero en lugar de cerrar esa historia decide pasar los días con una mujer y su hijo, encargados de cuidar al viejo.

La muerte como primer hilo conductor y la intensidad de los personajes sobrevuelan este puñado de cuentos editado en Argentina por Fiordo.

Con excelentes críticas en su país, Roncone, incluso recibió el beneplácito de Alberto Fuguet, escritor y cineasta, quien sostuvo: "como en el mejor cine, aquí lo que importa no es tanto la anécdota sino jugársela por su personajes. Debería ser lectura obligatoria en las escuelas de cine".

Publicado en Chile en 2011, "Hermano ciervo" recibió el Premio Municipal de Literatura, en tanto, el cruce aquí lo hizo la editora Julia Ariza quien contó a Télam "lo poco que se decía nos motivó a acercarnos al libro, que por supuesto nos voló la cabeza. Nos gustó mucho su escritura llana, la madurez de su estilo, y al mismo tiempo, el carácter generacional de su imaginario".

De profesión abogado, Roncone (Arica, 1982) no considera necesario describir ese imaginario. "Aspiro a que mis cuentos se defiendan solos. Aspiro a que desplieguen sus motivos de modo autónomo. Que no tengan necesidad de que yo los explique", dice tajante a Télam en una entrevista vía mail.

Para el autor, "escribir implica abandonar una posición cómoda y tomar decisiones: la construcción del narrador, la elección de los momentos determinantes, el ritmo, los colores, los personajes, la distribución correcta del tiempo narrativo, en fin, todos los elementos constitutivos de un cuento operan como una red, un entramado complejo que debe resultar habitable y fluido, pues la buena literatura siempre es legible".

"Esa red -sigue- es una construcción, a veces consciente, en la que confluyen una serie de factores, uno de los cuales, quizá uno de los más importantes, es la autobiografía. Esto no quiere decir que los argumentos sean autobiográficos".

Sin consciencia del tono iniciático de las experiencias que viven los personajes, Roncone, en cambio, toma el guante para contar la dedicación que le imparte a su escritura.

"Cuando estoy concentrado en un cuento escribo mucho. Sobre todo, corrijo y reviso hasta que cada fisura del cuento está incorporada en mis pensamientos. Esto no me sucede con habitualidad. Generalmente, escribo dos o tres cuentos en un año", dice.

Para él, el proceso creativo de cada pieza "siempre es distinto. Suele ocurrir que tengo una sensación, una idea vaga, una escena, y sobre ese sentimiento, esa idea, comienzo a trabajar. Luego, el narrador, el curso de la acción y la forma de la tensión va surgiendo de a poco".

"Finalmente -concede- cuando he logrado resolver una serie de aspectos y puedo visualizar el cuento, me siento a escribir, y en el camino la idea inicial va degenerando en otra cosa, pero no siempre es así. Hay cuentos en los que la primera versión la hice en dos días, y otros me tomaron meses de trabajo y aún no me atrevo a volver a leerlos".

En este libro hay cuestiones clave que se perciben como una continuidad: la muerte de niños, jóvenes y animales, la relación padre-hijo, las relaciones amorosas frustradas y los viajes por Chile. En ese sentido, el autor dice que "estos elementos son constitutivos de la vida, y en consecuencia, he intentado incorporarlos en lo que escribo".

Con un imaginario que el lector podrá asir de forma intuitiva y un estilo fragmentario, cinematográfico y descarnado, Roncone aterriza en Argentina y demuestra, como sugiere Fuguet, "que tiene un mundo y que ese mundo es tan intrínsecamente suyo que es capaz de conectar con el de muchos".

Fuente: Télam

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