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Viernes 19 de Abril de 2024
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Villoro selecciona y traduce aforismos de Georg Lichtenberg

La obra y la personalidad del alemán Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799), escritor dotado de una inteligencia inusual disparada a intereses disímiles -letras, ciencia, idiomas, psicología, técnica- quedan desglosados en el libro Aforismos! cuya selección, traducción y estudio introductorio corren por cuenta del mexicano Juan Villoro.
El reguero de esa lucidez dejó una obra fragmentada que Lichtenberg volcó en sus cuadernos en 1765 cuando tenía 23 años, y que recién serían publicados completos en 1971, según aclara el escritor mexicano en este libro editado por el Fondo de Cultura Económica.

Algunos de esos aforismos dice: "Me dan dolor muchas cosas que a otros sólo les dan lástima", "Muchos hombres (tal vez la mayoría) sólo encuentran algo si antes saben que está ahí", "Por más que en ellas se predique, las iglesias siguen necesitando pararrayos".

Villoro ve al escritor alemán como: "Una mente típica de la Ilustración europea, interesada en muchas cosas a la vez. La idea de especialización propia del siglo XX -el erudito que sabe cada vez más de cada vez menos- fue ajena a los principales pensadores del XVIII. Goethe se interesa en la arqueología, la geología, la química".

En ese sentido, Lichtenberg fue un adelantado en temas diversos, comenta a Télam. "Tenía el atrevimiento de pensar en cosas que no podía demostrar. Intuyó que había una electricidad positiva y otra negativa, y sugirió que para ellas se usaran los signos de + y -, que hoy vemos en las baterías. Volta fue su alumno en ese campo. Pero no pudo probar la existencia de dos electricidades porque el ion no se había aislado".

"Algo parecido ocurre con el psicoanálisis; el alemán habla del inconsciente y asigna un papel congoscitivo a los sueños, pero no crea una teoría al respecto, entre otras cosas porque su curiosidad siempre era dispersa, y su estrategia expositiva, fragmentaria".

Acerca del Lichtenberg cronista, teniendo en cuenta anotaciones que apuntaban a la coyuntura, Villoro señala que admiraba mucho a Hogarth, el gran grabador inglés, que en aquella época era visto como un retratista demasiado crudo de los bajos fondos londinenses y que con su crónica visual influyó mucho en Lichtenberg".

Lo mordaz, lo punzante, son marcas que hacen al estilo singular del escritor alemán, que no desestimó el absurdo: "Suele asumirse que la cultura alemana es una catedral de la razón y que carece de sentido del humor. Lichtenberg es el perfecto contraejemplo de estas simplificación; lo decisivo, es que en su caso, la ironía no sirve sólo para hacer reír sino para hacer pensar", desliza.

Otra característica suya es la de haber sido autor de obras inconclusas, señala el mexicano. "Planeó una novela sobre el idiotismo de la inteligencia, ubicada en una isla donde sólo viven espíritus tan sutiles que no sirven para nada. Trató de escribir tratados científicos de largo aliento y teorías de todo tipo, y al final sólo dejó fragmentos, las esquirlas de una mente. Esas chispas sirven para coleccionar incendios".

Llama la atención el título del libro, "Aforismos", dado que por lo general estos comentarios están lejos de la brevedad y sequedad de la sentencia; para Villoro se trata de una convención; explica: "Hace poco salió una nueva versión de Madame Bovary titulada Señora Bovary, que suena horrible, aunque sea correcto. Creo que hay que respetar ciertas tradiciones ya asentadas".

"Mucho tiempo se hizo referencia a los "aforismos" de Lichtenberg y en todas las lenguas esa es su obra capital, aunque sería más adecuado referirse a sus textos como Fragmentos o Cuadernos de saldos", completa.

Claro que esos "aforismos" pueden desgajarse a veces del interior de apuntes más extensos, como la línea: "Cuando escribo, lo mejor siempre proviene de un sitio inexplicable".

La mayoría de los aforismos que conocemos son frases sacadas de su contexto, comenzando por "Nadie es profeta en su tierra" y todas las demás máximas de Cristo, indica Villoro.

Y menciona también "El infierno son los otros"´, de Jean Paul Sartre, que pertenece a un parlamento de la obra de teatro "A puerta cerrada". Así, estos pensamientos semejan fragmentos de una novela, sobre todo cuando refiere a conductas humanas, como esta línea: "Se movían tan despacio como un minutero entre una multitud de segunderos":

Y describe que el escritor alemán "tenía tal capacidad de condensación, que difícilmente hubiera llegado a las zonas más reposadas que requiere una novela. Nabokov es un gran novelista epigramático, pero sabe tramitar muy bien los pasajes entre una frase deslumbrante y otra. No creo que el impaciente y vibrante Lichtenberg hubiera sido capaz de eso".

"Lo veo más cerca de Wilde, tan brillante que a veces resulta imposible seguir sus diálogos -compara-. Aunque en él hay un ensayista, un dramaturgo y un novelista potencial, sus brevedades bastan para justificar una literatura".

Villoro cuenta pormenores de su exhaustivo análisis que hace las veces de prefacio y que cruza biografía y ensayo literario con una prosa plena de hallazgos: Lichtenberg era muy poco conocido en 1988, cuando escribí el texto. Había sido citado por Nietzsche, Freud, Breton, Mann, Goethe, Cabrera Infante y muchos otros, pero no había un solo libro suyo en nuestro idioma".

Y concluye: "Había que situarlo en su época, narrar las peripecias de su vida. A fin de cuentas soy un narrador y no quise dejar fuera la novela de su tiempo".

Fuente: Télam

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