Si a los hechos nos remitimos, vemos que la actividad minera solo a beneficiado a un sector muy reducido de la comunidad catamarqueña, dejando excluida a la mayoría, que ven como en muchas oportunidades, frustrarse sus expectativas. Y es que las sumas exorbitantes de dinero que se manejan, hacen pensar que Catamarca tendría que ocupar un lugar de privilegio, en los estándares de educación, salud, seguridad, asistencia social y muchos otros aspectos que consideramos básicos para el desarrollo y sostenimiento de una sociedad justa y equilibrada, pero no podemos dejar de lado el tristemente célebre primer puesto en desocupación.
Hay que destacar que en los últimos días se a acentuado el reclamo que llevan adelante los Autoconvocados, que mantienen su negativa a la explotación minera, pero las autoridades tanto nacionales como provinciales, parecen no querer darles entidad. Con esto da la sensación de que el Estado, en forma deliberada descuida eso aspectos fundamentales que mencionábamos anteriormente (educación, salud, etc.) permitiendo y facilitando el acceso a esos sectores a las empresas privadas que, dadivosamente provocan enfrentamientos entre coterráneos.
El interrogante que se plantea es, quién es el responsable de esta situación tan degradante y desagradable que vive Catamarca y que parece tomar más ímpetu en el contexto electoral que se avecina.