Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Ya no vivimos en la época de los historiales de Freud

Los psicoanalistas Marcelo Mazzuca y Luciano Lutereau participan del libro colectivo Los usos del síntoma. Posiciones del sujeto en el deseo, que compila artículos de Gabriel Lombardi, Colette Soler, Edmundo Mordoh y Mariano López, y discuten la perspectiva actual de esa categoría clave en el mundo psi.
El libro, publicado por la editorial Letra Viva, pone en cuestión una serie de sintagmas y de procedimientos que cantidad de veces se dan por irrefutables. En abril estará en la Argentina la psicoanalista francesa Colette Soler, quien brindará cursos y conferencias y también disertará sobre estas cuestiones.

Esta es la conversación que sostuvo Télam con Mazzuca y Lutereau.

T : Este libro tiene cierta pretensión de actualidad, busca pensar una categoría clásica (la de síntoma), pero desde una perspectiva novedosa, ¿cuál es la dirección que se proponen?
M : Estamos ya en el siglo XXI, más de cien años pasaron desde que Sigmund Freud encontró en el síntoma de la histérica la huella del saber que condujo a la clínica psicoanalítica. Ahora bien, ¿qué pasó con dicho síntoma y con el saber correspondiente? ¿Permanece guardado en los libros, en los manuales diagnósticos, lo enseñan las universidades? ¿O serán, acaso, las nuevas histéricas quienes lo custodian y eventualmente lo transmiten? Su discurso, casi homólogo al de la ciencia -según explica Lacan- no siempre es bien recibido por los interlocutores de turno. Hoy día resulta evidente que el saber se ha multiplicado y que su expansión produce consecuencias visibles pero difíciles de prever.

En rigor de verdad, se trata de los saberes, distintos y plurales, ya que también es un hecho notorio que los hay muchos y de diversa índole, y que por momentos se influyen e incluso se comercia entre campos disímiles. Las neurociencias, por ejemplo, aportan conocimientos que las terapias cognitivas transforman en recursos técnicos que a su vez acompañan la receta psicofarmacológica. A nosotros, analistas, nos interesa la pregunta por el saber que interviene en la clínica. Mejor dicho, en la práctica, ya que la clínica es en sí misma una elaboración de saber sobre la experiencia. Sin duda, se trata del saber del inconsciente, o del inconsciente como saber, cuyo discurso es directamente homólogo al del amo (agregaría Lacan), pero sin esclarecerse.

Es un discurso cuyo saber trabaja solo, individualmente y en privado, y cuya producción es nada más y nada menos que el síntoma, invento marxista que Freud usa como brújula de su travesía analítica. Profundamente arraigado en la lengua, el síntoma responde a un saber indisociable del habla y del goce que le es inherente. El análisis, trabajo del analizante mediante, moviliza el goce del síntoma poniendo en causa al deseo. La histérica, el amo, el universitario y el analista, todos ellos hacen algún uso del saber. El amo contemporáneo lo ubica en el lugar dominante dándole forma al discurso universitario. La histérica, en cambio, lo espera del otro y para ello ofrece su síntoma para ser analizado.

T : Ahora bien, específicamente, ¿qué entienden por usos del síntoma?
M : Considerando que el psicoanálisis no aborda al síntoma como simple manifestación de un padecimiento que debe ser eliminado, elegimos la expresión usos del síntoma para designar la función central que adquiere dicha variable tanto en la constitución subjetiva como en la experiencia analítica propiamente dicha. En este sentido, hablar de usos del síntoma es algo más que designar una herramienta de la cual el analista puede hacer un uso circunstancial. De manera mucho más amplia y profunda, involucra una consideración del psicoanálisis que no puede desentenderse ni de los dispositivos que estructuran la lógica de su experiencia ni de la dimensión ética que sustenta su puesta en marcha, su sostenimiento y sus consecuencias en el nivel del deseo.

Por esta razón, el recorrido de este libro toma como referencia principal la última etapa de la enseñanza de Lacan, aquella donde el síntoma pasa a ser considerado un hecho necesario y una manera singular de gozar del inconsciente. Desde allí toman perspectiva y se ordena el conjunto de los artículos y de las referencias múltiples que están presentes tanto en Freud como en Lacan. De este modo, el examen de la lógica del caso clínico, del desarrollo de los conceptos de inconsciente y transferencia, y la delimitación de los usos posibles de la posición analítica, permiten plantearnos la pregunta por el conocimiento y el saber-hacer con esa pareja ineludible del ser del sujeto que es su síntoma.

T : Detengámonos en la cuestión del caso clínico, ya que es un tema hoy en día cuestionado, dado que pocos analistas comentan su práctica, ¿en qué sentido se puede hablar todavía de casos en psicoanálisis?
L : Sin duda, ya no vivimos en la época de los historiales freudianos. Desde hace algunos años, la difusión de la experiencia psicoanalítica se realiza a través de viñetas, recortes, fragmentos, a expensas de que incluso Freud tituló el caso Dora a partir de su carácter fragmentario. Por lo tanto, no es una razón de extensión lo que diferencia la clínica freudiana de los modos actuales de comunicación de la experiencia, sino la selección y el recorte de uno o más fragmentos de un material que sin embargo no se mide respecto de ninguna totalidad. En todo caso, todavía en nuestro tiempo se confunde la clínica con la experiencia misma, y se la considera como la mera enumeración de referencias a tratamientos, se la reduce a atender pacientes, y se olvida que el clínico es el que, a partir de reflexionar sobre su acto, se preocupa por la transmisión de ciertas coordenadas que, en una cura, implican movimientos de esa posición ante el conflicto que Lacan llamó sujeto.

Desde este punto de vista, el historial freudiano no es una vieja forma renovada de la historia clínica de la medicina que recolecta y reúne datos que se suponen objetivables; es un dispositivo propiamente analítico que permite elaborar la experiencia en términos de un saber reacio a la objetivación, que a diferencia de la ciencia no forcluye al sujeto. Por el contrario, esa variable que es el sujeto, asunto mismo del texto, es lo que el historial intenta formalizar sin confundirlo con el individuo que Freud tuvo delante de sus narices.

T : Pero, de modo concreto, ¿cómo pensar una clínica lacaniana en las circunstancias actuales, ante el avance de otras teorías psicopatológicas?
L : La clínica psicoanalítica no es una teoría psicopatológica ni una metapsicología de la experiencia, sino un método de lectura de casos a partir de los movimientos subjetivos que allí se comprueban. Estos movimientos encuentran como punto de referencia privilegiado el síntoma, entendido éste no como algo objetivable, sino como aquello que no puede desprenderse o separarse del decir que se pone en juego en el tratamiento. El síntoma, para el ser hablante, es una suerte de palabra que proviene del Otro y que se instala en el cuerpo como objeto extraño, al menos en su constitución o en su punto de partida. Y por esa razón, sólo podrá ser interrogada y removida por una práctica que sea vitalmente sensible a la dimensión de acto que posee el decir, aspecto del cual ni el analista (en su acto) ni el clínico (al momento de dar sus razones) pueden desentenderse. En todo caso, será el clínico, e incluso el lector, quien tendrá que aportar lo suyo para que el ser de síntoma del sujeto en cuestión tome cuerpo en el texto.

Esta última indicación remite a una segunda cuestión fundamental en la lectura de casos. ¿De dónde proviene ese hábito de nuestro tiempo, de escribir la experiencia entre comillas o de utilizar afirmaciones del estilo el paciente dice/refiere/afirma/etc.? ¿Qué malentendido es el que confunde las palabras de alguien con significantes, como si la representación de un sujeto por un significante para otro no fuera ya una operación de lectura? Con esto no queremos decir que sea inconducente tomar la palabra del paciente a la letra, simplemente, hay que saber cómo y por qué lo hacemos en cada caso. Tomemos un extravío habitual: la lectura de una entrevista de admisión, plagada de comillas, en la cual el joven practicante cree reconocer la histeria de la paciente a partir de lo que ella dice de su padre.

Ya puede comprenderse que aquello que hemos ubicado anteriormente respecto del síntoma descalifica cualquier intención semejante. No hay clínica posible de las entrevistas desgrabadas, las que muchas veces no son más que un resabio del afán psiquiátrico o de la historia clínica que promueve la IPA (actualmente a favor de grabar sesiones). Por supuesto, ninguna de estas dos coyunturas obedece a motivos que se desprendan de la experiencia misma sino a un cuidado profesional por evitar juicios de mala praxis. En última instancia, se demostraría que el terapeuta no tuvo nada que ver, ¡ya que fue el paciente quien lo dijo! ¿Podría haber un rechazo más flagrante de la transferencia? Si todavía hay posibilidad de una clínica lacaniana, será por fuera de las actitudes normativas que buscan la profesionalización obediente de la práctica. Esta es la dirección que intentamos darle a la materia electiva de la Facultad de Psicología de la UBA, a cargo de Gabriel Lombardi, que justamente lleva este título Usos del síntoma.

Fuente: Télam

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