"Hemos decidido entregarnos. Espero que no nos maten", declaró hoy el líder de la revuelta, Godefroy Niyombare, a la emisora Radio Francia Internacional (RFI).
Tres de los que encabezaron el golpe fueron ya detenidos, pero no Niyombare, según explicó el ministro de Seguridad Gabriel Nizigima en declaraciones a la radio nacional de Burundi.
"Hemos arrestado a decenas de los golpistas, entre ellos a algunos líderes del intento de golpe", aseguró Nizigima, y añadió que entre los arrestados se encuentran el ex ministro de Defensa, Cyrille Ndayirukiye, y dos jefes de policía.
El intento de golpe fracasado dejó un saldo de 12 amotinados muertos, 13 heridos y un número indefinido de arrestados, según el ejército. Cuatro soldados gubernamentales resultaron heridos, indicó la misma fuente a la agencia de noticias DPA.
El portavoz Abayeho, dijo que el presidente Nkurunziza estaba retornando a la capital del país desde la provincia de donde es oriundo, un día después de regresar a su país desde Tanzania, donde participaba de una cumbre cuando ocurrió el intento de golpe de Estado.
La tentativa de destitución de Nkurunziza llegó luego de más de dos semanas de protestas contra la decisión del mandatario de buscar su tercer mandato consecutivo, algo que la oposición afirma que viola la Constitución y el acuerdo de paz de 2005 que puso fin a la guerra civil.
Mientras tanto, las protestas resurgieron, y testigos afirmaron que la policía había disparado sobre los manifestantes en los suburbios de Cibitoke y Mutakura, situados en la capital.
"Las protestas para rechazar el tercer mandato de Nkurunziza continuarán", dijo Gordien Niyungeko, uno de los líderes de Focode, uno de los 300 movimientos sociales que apoyan las protestas.
"Nuestro movimiento no tuvo nada que ver con el intento de golpe", agregó, citado por la cadena de noticias BBC.
Por su parte, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condenó los "intentos de sacar por la fuerza militar gobiernos elegidos" y llamó a respetar la Constitución y el acuerdo de paz firmado en Arusha, que en 2005 terminó con una guerra civil que duró 12 años y dejó al menos 300.000 muertos tras enfrentar a grupos rebeldes de la mayoritaria etnia hutu contra la minoritaria tutsi.
Tras la firma de un acuerdo de paz, el Ejército se volvió mixto y absorbió a ex líderes insurgentes.
Hasta ahora, la crisis obedece a una disputa mayormente política y no a la rivalidad étnica, pero diplomáticos y analistas temen que una continuación de la violencia desate las antiguas tensiones.
Hoy, la ONU dijo que más de 100.000 burundeses huyeron a países vecinos desde el inicio de las protestas, el 26 de abril, en un éxodo que recuerda a las grandes migraciones forzosas que acompañaron a los estallidos de violencia entre los hutu y los tutsi en Burundi y la vecina Ruanda en las décadas de 1990 y de 2000.
La Constitución de Burundi establece que un presidente puede ser electo por sufragio directo para hasta dos mandatos. El Tribunal Constitucional avaló recientemente el argumento del partido de Nkurunziza de que su primer mandato no debe contarse porque fue electo por el Parlamento, no directamente por el pueblo.
Con poco más de 10 millones de habitantes, Burundi es el segundo país más pobre del mundo.
Fuente: Télam