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Martes 23 de Abril de 2024
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Cuenta regresiva para la bomba de tiempo "estadounidense

Los políticos estadounidenses tienen en sus manos una bomba de tiempo. O logran un acuerdo bipartidista sobre el presupuesto antes del 31 de diciembre o el país sufriría una contracción económica de tal magnitud que arrasaría con la débil recuperación lograda por Barack Obama y desataría una reacción en cadena que golpearía a todo el mundo.
Las cartas están sobre la mesa. Si republicanos y demócratas no logran un entendimiento sobre cómo reducir el déficit fiscal, a partir del 1 de enero aumentarían los impuestos en 536.000 millones de dólares, los gastos del Pentágono se recortarían en 55.000 millones (9%) y se restarían otros 55.000 millones (8%) a los programas sociales para el desempleo y la asistencia sanitaria.

Los primeros golpeados por la caída en el llamado "abismo fiscal" serían los propios estadounidenses. Para una familia promedio, con un salario anual de entre 50.000 y 75.000 dólares, los impuestos subirían 2.400 dólares, mientras se perderían 3,4 millones de empleos y la tasa de desocupación pasaría de 7,7% a 9,2%.

Pero también el mundo pagaría las consecuencias. La drástica retracción de los ingresos y del empleo golpearía duro a una economía que se basa en el consumo (70%), hasta el punto que el crecimiento en el 2013 caería del 3,1% al 0,5%. En otras palabras, Estados Unidos podría volver a entrar en una recesión que sin duda afectaría seriamente el comercio y las finanzas en todo el planeta.

Políticamente, la situación es por lo menos igual de compleja. Ninguno de los dos grandes partidos tiene la suficiente fuerza parlamentaria para aprobar una propuesta que no sea consensuada. Y aunque ambas agrupaciones han declarado su voluntad de evitar el abismo, el acuerdo no llega.

Mientras los demócratas plantean más impuestos para los ricos y aceptan hacer algunos recortes, los republicanos se niegan a tocar a los sectores más pudientes y quieren hacer recaer el peso del balance fiscal en una masiva reducción de los gastos estatales que castraría toda posibilidad de fomentar el crecimiento.

Frente a ello, Barack Obama, respaldado por su reciente reelección, ha mantenido una actitud negociadora. Aceptó, por ejemplo, que la suba de los impuestos se aplique a los que ganan 400.000 dólares anuales y no 250.000, como era su propuesta.

Pero aún así, los republicanos no dan el brazo a torcer y rechazan cualquier iniciativa, incluso algunas propias, que incluyan una suba impositiva.

Sin un liderazgo claro y con una extrema derecha neoliberal que quiere reducir el Estado a su mínima expresión, el Grand Old Party, el nombre tradicional del Partido Republicano, difícilmente facilitará los 26 votos que requieren los demócratas para que su iniciativa sea aprobada en la Cámara de Representantes.

En suma, Obama tiene ante sí tres opciones dada la imposibilidad de llegar a un acuerdo de gran calibre sobre el déficit.

Una de ellas es olvidarse de los aumentos de impuestos a los más ricos, dando marcha atrás en una de sus principales promesas electorales y en los argumentos sostenidos durante la negociación. Como por ley no tiene un tercer mandato en su futuro, es probable que el peso del electorado sea menor. Pero lo que sí es seguro es que Obama, quien llegó a la Casa Blanca enarbolando el cambio, no quiere pasar a la historia como el presidente del "mucho ruido y pocas nueces".

Otra alternativa es tratar de encontrar un parche que permita posponer los plazos o las consecuencias más drásticas del "abismo fiscal". Sin embargo, aún en el supuesto de que los republicanos aceptaran este paliativo, Estados Unidos seguiría en la incertidumbre, aumentaría la desconfianza de los inversionistas y muy probablemente las agencias calificadoras de riesgo volverían a bajarle la nota, asestando un golpe más a su prestigio como primera potencia mundial.

Por último está el ala más radical de los demócratas, que sostiene una posición crítica respecto al primer gobierno de Obama y que califican como una traición cualquier nueva concesión al neoliberalismo a ultranza de los republicanos.

Para este sector, entre los que se encuentra el premio Nobel de Economía Paul Krugman, hay que desentenderse del chantaje republicano y no hacer las concesiones impositivas que demandan, que sólo benefician al 1% de la población, a cambio de un acuerdo para esquivar el "abismo fiscal".

"A la economía no le pasará nada demasiado malo si no se llega a un acuerdo hasta que hayan transcurrido unas semanas o incluso algunos meses del 2013", sostuvo Krugman en su blog del New York Times. Así que, concluyó, "manténgase en sus trece, señor presidente, y no ceda ante las amenazas. Ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo".

Fuente: Télam

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