El caso más extremo del día fue el anuncio de Macedonia de que decretaba un estado de emergencia en las regiones fronterizas del sur, lindante con Grecia, y del norte, lindante con Serbia, para frenar la ola de refugiados e inmigrantes que intentan entrar a la UE desde allí.
"Esta medida se impone con el fin de aumentar la seguridad de la población en las regiones fronterizas, así como para garantizar el tratamiento integral y humano de los migrantes que transitan por el país", explicó a la prensa el vocero del Ministerio del Interior macedonio, Ivo Kotevski.
Más tarde, el presidente de ese país, Gjorgje Ivanov, agregó en un comunicado que enviará a las Fuerzas Armadas para "garantizar la seguridad" de esas zonas, en donde la frontera está cerrada desde hace una semana, informó la agencia de noticias EFE.
Según cifras oficiales, más de 40.000 personas, la mayoría oriundas de países en conflicto como Afganistán, Irak y Siria, llegaron a Macedonia en los dos últimos meses.
Tradicionalmente este país es parte de una ruta que termina en Hungría, como puerta de entrada a la UE.
Sin embargo, la construcción de una valla de seguridad que comenzó Budapest sobre toda su frontera sur, lindante con Serbia, forzó a miles de refugiados a seguir camino a Grecia, un país adonde este año llegaron desde el mar Mediterráneo más de 160.000 personas de Medio Oriente y África, según la ONU.
La ola de refugiados ha sido tal que las islas griegas en el mar Egeo -Kos, Lesbos, Rodas y Leros, principalmente- quedaron completamente colapsadas y, por eso, el gobierno de Alexis Tsipras trasladó a unos 2.700 refugiados, la mayoría de Siria, en un barco alquilado hasta el puerto ateniense de El Pireo.
Sin la ayuda de sus socios de la UE y sumido en su propia crisis económica y política, Atenas anunció que continuará trasladando a miles de refugiados hasta que se termine la construcción de centros de acogida en las islas.
Sin embargo, esta respuesta no soluciona el problema de los refugiados, que buscan asentarse en un país en paz y con posibilidades laborales, algo impensable hoy en Grecia.
Peor aún es la situación en la región de Calais, en el norte de Francia, donde nace el Eurotúnel que une al continente con el Reino Unido.
Allí las dos potencias europeos han aunado fuerzas, pero sólo para aumentar las medidas de seguridad y de represión.
Los ministros del Interior de Francia y Reino Unido, Bernard Cazaneuve y Theresa May, respectivamente, firmaron un acuerdo que incluye extender cuatro kilómetros más la actual valla que rodea la entrada del Eurotúnel que cruza el Canal de la Mancha y agregar detectores infrarrojos, cámaras de seguridad y guardias.
Según explicó Cazeneuve, la prioridad será "identificar y capturar" a los traficantes que manejan las mafias que ganan millones llevando a refugiados e inmigrantes a Europa.
Sin embargo, hasta ahora las medidas de seguridad impulsadas por los dos gobiernos se han concentrado en evitar que miles de refugiados e inmigrantes ingresen al euro túnel, se suban a algún camión de carga y lleguen a suelo británico.
Mientras esto sucede hace años, la tensión en esa región se volvió dramática a principios de mes cuando 1.700 refugiados e inmigrantes arriesgaron sus vidas dos noches seguidas al intentar irrumpir en el túnel.
El Reino Unido es uno de los destinos más deseados por los cientos de miles de refugiados e inmigrantes que llegan a la UE, pero el conservador gobierno de David Cameron fue uno de los cuatro -junto con el de Hungría, Austria y Dinamarca- que se negó a recibir siquiera a uno de los 40.000 demandantes de asilo que el bloque intentaba distribuir entre los 27 países miembros.
Otros gobiernos, en cambio, aceptaron recibir refugiados, pero en un número mucho menor al propuesto por Bruselas. Algunos, inclusive, pusieron más tarde sorpresivas condiciones.
El gobierno de Eslovaquia anunció que recibirá a 200 personas, como había prometido en la cumbre de la UE del mes pasado, pero que sólo aceptará refugiados que sean cristianos, según informó la cadena de noticias BBC.
El secretario general del Consejo de Europa, Thorbjorn Jagland, fue uno de los primeros en reaccionar y acusó en Twitter a Eslovaquia de cometer "una discriminación flagrante".
Ante la ola de críticas, el gobierno eslovaco emitió un nuevo comunicado en el que informó que aceptará a 100 refugiados cristianos de Siria y proveerá ayuda temporaria a 500 migrantes, entre los que podría haber "no cristianos".
Mientras la UE sólo logró consenso para ubicar a 32.000 demandantes de asilo entre sus países miembros y recién se volverá a reunir en octubre próximo, según anunció Cazeneuve, Alemania ya advirtió que este año espera la llegada de 800.000 refugiados a su territorio.
"Este año debemos acogerlos y vamos a acogerlos, pero recibir 800.000 refugiados sería a la larga demasiado para un país como Alemania. Recibimos el 40% del total de refugiados que llegan a la UE", destacó el ministro de Interior, Thomas de Maizière, en una entrevista con la cadena ZDF, que reprodujo la agencia de noticias DPA.
Sin indirectas, el ministro dejó en claro que Berlín no asumirá esta carga sólo y amenazó con suspender la libre circulación de personas, uno de los principales logros de la UE.
"El sistema de fronteras abiertas sólo puede funcionar de forma conjunta con un sistema que regule su apertura de forma eficaz. Y no es el caso", alertó.
Otra de las consecuencias que provoca la inacción -y en algunos casos indiferencia- de los gobiernos europeos es la aparición de desmanes violentos y algunos focos de conflicto entre los recién llegados.
Pasó en Grecia, en la región francesa de Calais y este jueves volvió a suceder en la ciudad alemana de Suhl, en el este del país.
Una veintena de personas se trenzaron en una pelea luego de que uno de los refugiados destruyera el Corán de otro recién llegado en un centro de acogida. El resultado final fueron 17 heridos, seis patrullas de policía dañadas y varias ventanas rotas, según informó la policía local a la prensa.
Lejos de generar empatía por la situación dramática, extrema y violenta que viven estos refugiados desde hace meses, estos pequeños brotes son utilizados por las derechas europeas para avanzar su agenda y cerrar aún más las fronteras de la UE.
Fuente: Télam
