Tres días después, EEUU lanzaba su segunda bomba atómica, bautizada como "Fat Boy", sobre la ciudad de Nagasaki, lo que llevó a la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945 y al fin de la II Guerra Mundial.
A finales de 1945 habían fallecido unas 140.000 personas en Hiroshima y 74.000 en Nagasaki, aunque el número de muertos en los años siguientes por las secuelas de las radiaciones fue mucho mayor.
En el acto que marcó los 65 años del lanzamiento de la bomba estuvo el embajador estadounidense en Japón, John Ross, el primer representante de un Gobierno de EEUU en asistir a un aniversario del ataque, además de delegados de Francia y el Reino Unido, también por primera vez, y otros 70 países.
Tras marcar con un momento de silencio y varias campanadas el instante en el que la bomba cayó sobre la urbe, el alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, instó a avanzar hacia un mundo sin armas nucleares y pidió al Gobierno japonés que lidere los esfuerzos para ello.
En su "Declaración de la Paz", Akiba reclamó además que Japón "abandone el paraguas nuclear de EEUU", el principal aliado de seguridad del país asiático.
También el primer ministro nipón, Naoto Kan, se unió al llamamiento para el desarme nuclear y la no proliferación y recordó los avances logrados en mayo durante la conferencia para la revisión del Tratado de No Proliferación: "Las armas nucleares no deben causar sufrimiento nunca más", afirmó.
Está previsto que, tras la ceremonia, las autoridades visiten el Museo Memorial de la Paz, tras lo que Ban Ki-Moon pronunciará un discurso con motivo del aniversario, antes de reunirse con supervivientes del ataque nuclear.