Unas horas después, el gobierno israelí, que acusa a Abbas de incitar a la violencia por haber llamado a los palestinos a defender a Al Aqsa, informó que el cierre era sólo temporal y que tenía como único objetivo "preservar los lugares sagrados". Prometió que sería levantado en las próximas horas para que mayores de 50 años y mujeres puedan rezar mañana viernes, el día sagrado para el Islam.
Sin embargo, el cierre de Al Aqsa desató una ola de rechazo palestino y despertó temores de un conflicto mayor entre israelíes y palestinos, cuya enemistad se agravó este año tras el colapso de una nueva ronda de negociaciones de paz, en abril, y por la devastadora ofensiva israelí contra Hamas en la Franja de Gaza, en julio.
Para los palestinos, la visita en septiembre de 2000 del entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, a la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra la sagrada Al Aqsa, fue el detonador de la llamada segunda intifada, el levantamiento armado en contra de la ocupación que en cinco años dejó más de 3.200 palestinos y más de 800 israelíes muertos, según la ONG israelí B'tselem.
La Explanada de las Mezquitas, que los israelíes identifican como el Monte del Templo, está gestionada por un Awqaf Islámico -una autoridad contemplada por la ley islámica que conserva y administra una propiedad-.
Este Awqaf Islámico está controlado por la vecina Jordania, según el acuerdo de paz que este país firmó con Israel en 1994.
Allí sólo pueden rezar los musulmanes, y desde hace años Israel sólo permite el ingreso de mujeres, niños y personas mayores.
"Es la primera vez que este lugar sagrado está cerrado para los que rezan. No podemos entender esta escalada de las autoridades israelíes contra nuestros lugares sagrados. Es un paso muy peligroso que sólo agrega gasolina a la hoguera que comenzó a arder en la ciudad vieja", advirtió el jeque y director del Awqaf, Azam Tamimi, ante un grupo de medios, entre ellos la agencia de noticias EFE.
Tamimi destacó que hoy fue la primera vez que la mezquita de Al Aqsa quedó completamente cerrada desde 1967, cuando el Ejército israelí venció a las fuerzas armadas de los países árabes vecinos y ocupó Jerusalén este, incluida la Ciudad Vieja, la vecina Cisjordania y la Franja de Gaza.
Según el acuerdo entre Israel y Jordania, los fieles judíos pueden visitar la explanada de mármol y piedra, que incluye además el imponente Domo de la Roca dorado del siglo VII, pero no pueden rezar allí.
Sin embargo, judíos ultraortodoxos y ultranacionalistas israelíes sostienen que tienen derecho a hacerlo porque en ese lugar alguna vez se erigieron los dos antiguos templos judíos. Yehuda Glick, el rabino activista de extrema derecha que ayer fue atacado cerca de la ciudad vieja, es uno de ellos.
Ayer cuando salía de dar una charla, que tenía como tema ese reclamo, un hombre se acercó con su moto, le preguntó su nombre y, cuando él contestó, le disparó cuatro veces.
Mientras el rabino se recuperaba en el hospital, la policía israelí desplegó un masivo operativo, y a primera hora de la mañana de hoy ya había identificado al palestino Muataz Ibrahim Hijazi, de 32 años, como el principal sospechoso y lo tenía rodeado en su casa en el barrio de Abu Tor, en Jerusalén este.
Según testimonios de vecinos a la agencia Maan, Hijazi intentó escapar subiendo a la azotea, pero la policía israelí comenzó a dispararle y hasta lo alcanzó con un cañón de agua. El hombre murió desangrado en el techo.
Antes que falleciera, decenas de vecinos intentaron acercarse a la casa de Hijazi y llevarlo al hospital, pero los agentes les dispararon a ellos también, y al menos 15 resultaron heridos, informaron fuentes médicas.
En 2012, Hijazi había terminado una condena de siete años por participar de la segunda intifada -a la que la Justicia israelí sumó otros cuatro años por "atacar a un guardia".
Unas horas después, jóvenes y niños palestinos bloquearon las calles aledañas a la casa de Hejazi con volquetes llenos de basura y pequeñas fogatas. Rompieron tejas y ladrillos, y lo usaron como munición contra la policía, que rápidamente respondió lanzando gas lacrimógeno y balas de goma.
"Esto no es bueno, es cada vez peor. Todos están enojados...se está convirtiendo en otra intifada", concluyó Galib Abu Nejmeh, un vecino de 65 años que una vez finalizada la represión y dispersada la protesta volvió a su casa, sorteando los pedazos de tejas, piedras y ladrillos que sembraban las calles.
En este último mes, las protestas en los barrios palestinos de Jerusalén este y en las afueras, y la represión policial se convirtieron en moneda corriente. Además, ya se cuentan dos presuntos atentados de palestinos contra civiles israelíes.
Fuente: Télam