El objetivo declarado de Bruselas entonces era impulsar el desarrollo económico del empobrecido país del Cuerno de África, un interés en apariencia altruista que en realidad buscaba frenar la incesante ola de refugiados eritreos que empezaba a inundar las costas del sur europeo, especialmente las italianas.
Ocho años después, la ayuda europea no se tradujo en un mayor desarrollo o mejoras sociales. Prueba de ello es que el flujo de refugiados eritreos que escapa del territorio en todas direcciones, pero especialmente al Viejo Continente, no para de crecer.
No obstante, la UE eligió nuevamente financiar a la opresiva dictadura de Afewerki con una partida millonaria para presuntos proyectos de desarrollo.
Como en 2007, en marzo pasado Bruselas volvió a argumentar que la mejor de ayudar a que los refugiados no tengan que abandonar su país es creando posibilidades económicas allí mismo.
Pero el problema en Eritrea no es sólo que el gobierno de facto de Afewerki no utiliza esos fondos para crear empleos rentados o proyectos productivos, por ejemplo, sino que gran parte de la población busca escapar de la persecución política y el reclutamiento militar forzoso, además de la pobreza.
Fuente: Télam