El mapa de los principales exportadores netos de petróleo nos muestra a Arabia Saudita (8,9 millones de barriles diarios), Rusia (7,2), Emiratos Árabes Unidos (2,5), Kuwait (2,3), Irak (2,3), Nigeria (2,2), Qatar (1,8), Irán (1,7), Angola (1,7), Venezuela (1,7), Noruega (1,7), Canadá (1,6), Argelia (1,5), Kazajistán (1,4) y Libia (1,2)
[Fuente: Top World Oil Net Exporters, 2010. U.S. Department of Energy, Energy Information Administration, accesible en http://www.eia.gov/countries/index.cfm?topL=exp]
En los últimos cuarenta años, trece de estos quince países sufrieron, sufren o están involucrados en guerras en las cuales Estados Unidos, directa o indirectamente, tuvo participación.
Las únicas dos naciones que no fueron teatro de guerra en su territorio o en regiones estratégicas limítrofes (Canadá y Noruega) forman parte de la OTAN, la estrecha alianza militar que Estados Unidos hegemoniza, y enviaron tropas a esas guerras.
Esta brevísima excursión por la geografía mundial de los hidrocarburos revela una paradoja: según su "corazón" político y moral, Estados Unidos siempre libra guerras por razones éticas y morales, pero el "ojo" geográfico y militar la distribución de las guerras, en particular las más recientes, tiende a coincidir con la de los yacimientos de petróleo y gas.
No parece entonces una casualidad que los esfuerzos bélicos o la activa -aunque a veces poco sutil- diplomacia estadounidense se concentren en esos lugares: Su objetivo primario es proteger el interés nacional estadounidense.
Es ésta, y está bien que así sea, la preocupación sustancial de todos sus estrategas, desde el Almirante Mahan en el siglo XIX hasta Zbigniew Brzeszinski hoy, pasando por ilustres figuras del pensamiento geoestratégico, como Spykman, McKinder -inglés pero muy utilizado en Estados Unidos- o Henry Kissinger.
Asegurar el flujo estable -y a precios accesibles- de combustibles líquidos (y gaseosos) es un objetivo central de defensa nacional y estabilidad económica para cualquier país, y mucho más para Estados Unidos, el primer importador mundial.
No todo es petróleo y gas en esta vida, pero su geografía coincide asombrosamente con la geografía de la aducida inmoralidad que, renuente pero decidida, cada cierto tiempo se ve forzada a corregir la "única nación imprescindible" (como gusta reiterar el presidente Barack Obama): en este sentido, pareciera que los países son más inmorales cuanto más petróleo exportan.
Si se observa el resultado final de las incursiones moralizantes dirigidas, concertadas o protagonizadas por los Estados Unidos, suele percibirse que las condiciones económicas y sociales de las poblaciones posteriores al ingreso de la invasión no mejoran, sino más bien empeoran con respecto a las reinantes previamente.
Una sola cosa mejora: la seguridad de abastecimiento de hidrocarburos de los Estados Unidos, de sus aliados, o de las empresas petroleras con sede en Estados Unidos.
Basta ver lo que queda de Libia, lo que queda de Irak, lo que queda de Siria y el antiguo Sudán, balcanizado y enzarzado en una guerra fratricida.
O recordar en qué condiciones quedó la nigeriana Biafra después de la ya lejana guerra secesionista fogoneada por las petroleras occidentales.
Si en 1898 el premio fueron Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, hoy son el petróleo y el gas, mientras la distribución mundial de la inmoralidad sigue coincidiendo con la del interés material de Estados Unidos.
Fuente: Télam