Belinki llegó al país a mediados de los años 90 luego de probar suerte en su ciudad natal, Buenos Aires, y en la mendocina San Rafael. "Fui ´tachero´ (taxista), electricista, comerciante. Un buscavida", recuerda, y explica que abandonó Argentina para concretar su sueño de vivir en un kibutz.
Pasó por varios, entre ellos uno donde se desarrolló parte de la operación Plomo Fundido, hasta encontrar "el más socialista de todos: Kerem Shalom". El lugar, donde está a cargo del sistema de agua, cuenta con seguridad privada que está en contacto permanente con el Ejército y está rodeado por un muro porque se encuentra a sólo 80 metros de la frontera y suele ser blanco de ataques de terroristas del Hamas.
Pese a eso, el hombre de 49 años insiste en que vive tranquilo junto a su familia. "A diferencia de lo que pasa en América Latina, nosotros sabemos dónde está el enemigo. Está ahí, en Gaza. En Argentina podía ser mi vecino. O sea que por una cuestión de seguridad es mejor estar aquí", sostiene.
Belinki, que tiene tres hijos menores de edad, señala que no lo atemoriza la violencia a la que están expuestos porque "la escuela está fortificada". "El único peligro es el viaje", agrega.
Sobre el conflicto israelí-palestino, afirma: "Trato de inculcarles que matar no nos va a salvar. Yo estoy en contra de la estrategia del Ejército y en la escuela del kibutz les enseñamos que no todos los árabes son asesinos". infobae.com