La caída de Cano (en el centro en la foto) se suma a otras bajas emblemáticas que sufrió el grupo en los últimos años, como la de Raúl Reyes (a la izquierda en la foto), número dos en la jerarquía al momento de ser abatido en un operativo militar en Ecuador, y la de "Mono" Jojoy, el jefe militar de la organización. A ello se suma que ésta es la primera vez que el Ejército colombiano abate a un jefe de las FARC en funciones, ya que su líder histórico, Manuel Marulanda, alias Tirofijo -a quien sucedió Alfonso Cano-, falleció de muerte natural.
Esta nueva baja tiene, por lo tanto, un fuerte efecto desmoralizante en el resto de la organización, tanto en las bases como en los cuadros. Y se traduce, entre otras cosas, en la deserción de muchos de los líderes, en la traición de subordinados que desertan y entregan a sus jefes y, más en general, en una patente debilidad de liderazgo.
En consecuencia, los analistas coinciden en ver en la muerte de Alfonso Cano el comienzo del fin de las FARC. A partir de este hecho contundente, a la organización terrorista se le presentan dos caminos: o bien intentar la negociación de un acuerdo de paz definitiva con el gobierno o bien la desaparición lisa y llana del grupo.
En reiteradas ocasiones, las FARC han lanzado llamados al diálogo y a negociar la paz, pero hasta ahora se ha tratado siempre de estratagemas para ganar tiempo y obtener treguas temporarias mientras seguían fortaleciendo su poder militar en el terreno.
La eficacia creciente del Ejército colombiano en la persecución a esta guerrilla y los duros golpes que le fueron asestados en los últimos tiempos -en particular la caída de su jefe máximo- estrechan el margen que les queda a las FARC para apelar a ese tiempo de subterfugios.
Fuente: infobae.com