La trama de la violencia es muy amplia, pero básicamente se asienta en el imperio de las organizaciones delictivas que transportan la droga hacia los Estados Unidos y a la vez funcionan como mafias locales, que hacen negocios con los distintos estamentos del poder político y extorsionan a todos los que pueden, desde el empresario al último campesino.
Esos grupos cartelizados, que también se matan entre ellos por el dominio territorial, cuentan con la complicidad, por acción y omisión, de los gobiernos de distintos niveles y de la justicia. Ponen dinero en las campañas, eliminan adversarios y a fuerza de violencia y muerte generan el temor que disciplinan a la población.
"A los taxis nos cobran 40 pesos diarios, y si uno no paga aparece muerto en alguna esquina, para que los demás lo sepan. Ellos hacen lo que quieren. Por eso, cuando hace dos meses mandaron a bloquear la ciudad, todos bloqueamos", explicaba hace nueve meses un chofer a Télam un chofer de Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero.
El hombre, que se soltó porque el interlocutor era "de afuera", se refería a la protesta de taxistas que se registró en Chilpo, como llaman todos a esa ciudad, cuando el gobernador se negaba a dar los nuevos permisos de taxis, que significan una buena fuente de ingresos para Los Rojos, que eran los que dominaban la zona.
De todos modos, Los Rojos tenían montado un negocio con las legitimaciones de taxis "piratas"a unos 80 mil pesos (unos 5.700 dólares) para el interesado.
A 100 kilómetros de Chilpo está Acapulco, capital turística de México desde antes de que se explotaran paraísos como Cancún, la Riviera Maya o la Baja California. Con vistas hermosas, cosmopolita y algo demodé en su influencia de la cultura "gringa", esta ciudad costera inmortalizada en un bolero dedicado a María Félix, es también un territorio hostil para todo aquel que no sea un turista.
En Acapulco el poder lo tenía en diciembre último La Maña, que se hizo fuerte tras la detención de "La Barbie", uno de los lugartenientes del "Chapo Guzmán", también detenido en febrero de este año.
Con la detención de un capo, la estructura se subdivide y las partes disputan entre sí el territorio o con un tercero que ve la oportunidad. Las peleas son feroces, y además de los disparos incluyen decapitaciones y cuerpos mutilados que son dejados como mensaje para la otra banda.
En Iguala, a unos 80 kilómetros de Chilpancingo, en la ruta que va hacia México DF, donde se perpetró el secuestro de los estudiantes de Ayotzinapa, le reacción de los padres y familiares de las víctimas consiguió despertar la conciencia, o vencer el miedo que despertaban Los Peques y Los Tilos, brazos armados de Guerreos Unidos.
Poco después de la desaparición de los 43, el 9 de octubre, a instancias de la Unión de los Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), se armó el Frente Igualteco por la Dignidad y el Repeto a la Vida.
"Comprendí que todos tenemos una parte de responsabilidad en lo que pasó por escudarnos en el miedo y quedarnos callados, no involucrarnos. Y de golpe uno aprende a exigir por sus derechos, por sus garantías individuales a las autoridades. Qué no somos sus subalternos sino que ellos son nuestros empleados", contaba por entonces Mary Gaytán, una comerciante y abogada igualteca que de inmediato comenzó a recibir amenazas.
A pocas cuadras de su comercio céntrico, apenas cinco personas habían comenzado a reunirse en la parroquia de San Gerardo. Para diciembre ya eran varias decenas las que vencían el temor y daban su testimonio y acercaban a otras víctimas conocidas. La iglesia se convirtió rápidamente en un centro de documentación e información para los familiares de personas que fueron secuestradas, con fines extorsivos, o "levantadas" por alguna otra razón.
La UPEG y la Procuraduría General de la República (PGR, fiscalía), alentados y amendrentados por la escala internacional que había tomado la masacre, comenzaron a trabajar juntos en la recolección de datos. Para diciembre habían contabilizado cerca de 400 denuncias.
El disparador fue el hallazgo de restos humanos que en un primer momento se presentaron como los de los 43 estudiantes, pero eran de otras personas, de otras matanzas anteriores que no habían perforado la coraza informativa, que no habían vencido el miedo de los familiares, que no habían sido denunciados.
Pero también para esa fecha, los cárteles habían regresado a sus actividades extorsivas. Todo estaba lentamente regresando a la normalidad. Una normalidad que hace que el poder pase por los carteles y que incita a muchos jovenes a sumarse a las filas de estas organizaciones, que aseguran dinero e impunidad.
Ahora, al cumplirse el primer aniversario, nada o poco de fondo ha cambiado. Los muertos en distintos puntos de México siguen apareciendo a diario en las noticias. La desaparición de los 43 sigue sin resolver, por ende sigue impune. Joaquín "El Chapo" Guzmán, líder del Cartel de Sinaloa, se escapó de una prisión que paradógicamente se denomina "de máxima seguridad". Y el poder político tadicional, en este lapso, volvió a legitimarse en elecciones.
Fuente: Télam
