El Papa protagonizará durante cuatro días los principales macroeventos preparados en la capital española, entre ellos un Vía Crucis el viernes en pleno centro de Madrid y una vigilia de oración el sábado en el aeródromo de Cuatro Vientos, a las afueras de la ciudad.
Este jueves, tras ser recibido por los Reyes en el aeropuerto, encabezará una celebración con los jóvenes peregrinos en la céntrica plaza de Cibeles.
Las JMJ, creadas por el anterior Papa, Juan Pablo II, y convocadas por el Vaticano, empezaron el martes en medio de críticas de más de cien organizaciones laicas, ateas, cristianas progresistas, de izquierdas y homosexuales que el miércoles se manifestaron en favor de un Estado laico.
Bajo el lema "Con mis impuestos, al Papa cero. Por un Estado laico", varios miles de personas marcharon por el centro de Madrid en un clima de tensión provocado por careos entre manifestantes y jóvenes católicos, quienes intercambiaron eslóganes, cánticos e insultos como "¡Este Papa es un nazi!" y "¡Viva el Papa!".
La protesta --a la que se unieron simpatizantes del movimiento de los "indignados", que protesta desde mayo en España por las medidas anticrisis--, se saldó con siete detenidos y 11 heridos cuando la policía desalojó la Puerta del Sol al término de ésta.
Y este jueves, militantes de los derechos de homosexuales convocaron una "besada" al paso del Papa por el centro de la ciudad como la que protagonizaron en noviembre en Barcelona durante la pasada visita del pontífice.
Los críticos denuncian que el Estado ha gastado más de 100 millones de euros en los 10.000 efectivos policiales que vigilan la JMJ, la apertura de colegios y polideportivos públicos para que duerman los peregrinos y la rebaja del billete de metro, entre otras cosas.
Y ello en un momento en que España atraviesa una grave crisis económica que hizo saltar el desempleo del 8% al 20% y se dispara a más del 40% en el caso de los jóvenes.
Pero los organizadores defienden que el coste de la Jornada, de unos 50 millones de euros, lo han financiado en un 80% los propios peregrinos, que pagaron por inscribirse, y el resto, grandes empresas.
El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, declaró este jueves que el "deber" de las autoridades españolas es "acoger y dar hospitalidad a cerca de un millón de peregrinos" y "es un orgullo" que las JMJ se celebren en España.
"Tenemos muy claro el principio de separación de poderes que corresponden a un país aconfesional", aseguró a la agencia Europa Press.
España, país de fuerte tradición católica pero que vive una secularización constante desde que en 1975 terminó la dictadura católica franquista, ha sido elegida por segunda vez por el Vaticano para albergar unas JMJ y el Papa la visita por tercera vez en su pontificado.
Benedicto XVI regresa pues a un país en el que la jerarquía católica insiste en mantener su influencia pasada en medio de una sociedad en que un 73% se declara católica, frente al 80% hace ocho años, aunque sólo un 14% va a misa los domingos, según datos oficiales.
Los obispos españoles se emplearon en los últimos ocho años en atacar medidas sociales del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero como el matrimonio entre homosexuales, el divorcio exprés y la ampliación de la ley del aborto, con masivas manifestaciones, entre otras cosas.
Y el Papa por su parte llegó demasiado lejos, según algunos, cuando en su visita de noviembre denunció el regreso a España del "agresivo" movimiento anticlerical y laicista vivido en los años 30, durante la II República anterior a la Guerra Civil.
A lo que el ejecutivo español respondió que espera que esta vez no haga comentarios de este tipo.
Fuente: 26noticias.com.ar