La capital chilena se presenta ante el visitante como una ciudad amable y apacible, con calles limpias y abiertas que permiten que uno pueda ver el cielo con amplitud no sólo en barrios acomodados como Las Condes o Providencia, sino también en el centro.
Si uno quiere calibrar la situación económica y social de la ciudad no tiene más que apreciar los enormes edificios modernos y vidriados que ya están en funcionamiento o aún en construcción, que de alguna manera confirman las positivas variables económicas que exhibe el país.
Claro que ésa no es más que una imagen de determinada -aunque amplia- zona de la capital, ya que, por otro lado, las propias autoridades chilenas admiten que el país sufre profundas desigualdades sociales que hacen que la población se agrupe en dos grandes bloques: los que tienen una buena situación económica y los pobres.
Esta vieja deuda de los distintos gobiernos con su población no pareció producir demasiado interés en los ciudadanos de cara a la elección de mañana.
En verdad, salvo el fervor momentáneo que produjeron los diferentes cierres de campaña del último jueves, las calles de Santiago presentaron muchas más manifestaciones populares en diversas zonas por la huelga de más de 20 días que viene realizando un sector de los empleados municipales y por los festejos callejeros que originó ayer el triunfo del seleccionado de fútbol nacional ante su par inglés en el estadio Wembley.
A pesar de todo ello, a medida que se acercaba la hora de la verdad comenzó a notarse un cierto clima electoral que fue ganando las calles de Santiago.
"Ni en esta vida, ni en la próxima, yo votaría a la Bachelet", comentaba esta mañana un exaltado ciudadano de unos 60 años en charla con varios hombres de su edad en la zona de Plaza Italia, en una de las pocas tertulias que uno podía encontrar dedicadas a comentar las elecciones.
"Pues será igual nuestra próxima presidenta y es la mejor candidata", retrucó uno de sus acompañantes, aunque sin la pasión que exhibía el anterior, mientras un tercer opinante parecía coincidir con el primero al advertir que "Michelle ya tuvo su oportunidad de gobernar y nos decepcionó; yo voy a votar a Matthei".
Cerca de ellos, como ocurre desde ayer en todas las calles del país, se podía ver algunos carteles de propaganda electoral rotos (son de tela plástica, enmarcados por tirantes de madera) para evitar que el mensaje publicitario siga cumpliendo su objetivo durante la veda, aunque hasta este mediodía eran muchos más los anuncios gráficos que permanecían con sus frases y fotos en perfecto estado.
El Servicios Electoral (Servel), por su parte, dedicaba la jornada de hoy a brindar cursos de instrucción a aquellas autoridades de mesa que pedían aclaraciones sobre algunas cuestiones inherentes a la fiscalización del comicio, mientras la Gendarmería y el Ejército completaban el traslado de urnas, planillas y papeletas a los centros de votación.
Fuente: Télam