Brown murió por seis disparos, dos de ellos en la cabeza, el 9 de agosto pasado. Según la policía, el joven se enfrentó a un oficial de esa fuerza, que testigos sostienen que tenía las manos en alto cuando cayó.
La Justicia local abrió una investigación y el Departamento de Justicia nacional hizo lo propio, en respuesta a un pedido de la familia Brown.
El crimen provocó una ola de protestas contra la violencia racial de la policía de Missouri, un estado del centro del país. La respuesta policial, marcada por un despliegue de medios casi militar, enfureció aún más a los manifestantes y una semana después el gobierno local decretó un toque de queda en la localidad de Ferguson. Hubo detenidos y varios heridos por las balas de fuego de la policía.
"Michael Brown no quiere ser recordado por los disturbios. Quiere ser recordado como el que hizo que el país lidiara con el tema de cómo actúa la policía en Estados Unidos", aseguró el referente de la lucha por los derechos civiles, el reverendo Al Sharpton.
"Algunos han actuado como si ser negro significara cuán bajo podemos caer. Ser negro nunca ha sido ser un gángster o un matón. Ser negro significaba que no importa cuánto nos empujaban contra el suelo, nos volvíamos a levantar", agregó el líder religioso.
Los oradores hablaban frente al féretro que contenía los restos de Brown y estaba decorado por un gran ramo de rosas rojas y la gorra de béisbol que llevaba puesta el joven cuando fue acribillado.
Entre el público, familiares, amigos, vecinos y miembros de la comunidad afroamericana compartían los programas, que incluían canciones religiosas -que movilizaron al templo entero gracias a un coro gospel- y varias cartas escritas por los familiares de Brown.
Una de las más emotivas era la de su padre, Michael Brown Sr.
"Siempre te dije que nunca permitiría que te pase algo y eso es lo que más me duele, que no pude protegerte", escribió el mismo hombre que ayer había pedido a los manifestantes en Ferguson "un poco de paz" para el día de hoy.
Entre los que se estremecieron con sus palabras estuvieron Martin Luther King III, hijo del activista de los derechos civiles, varios líderes afroamericanos como los congresistas Maxine Waters y Lacy Clay, y artistas como el director de cine Spike Lee y el rapero Snoop Dog.
También fueron familiares de Trayvon Martin, un adolescente afroamericano que murió tiroteado por un vigilante en Florida en 2012, cuando volvía a casa de su padre después de comprar unos caramelos en una tienda cercana.
Asimismo, participaron los familiares de Sean Bell, otro afroamericano que murió tras recibir 50 disparos de la policía en medio de una lluvia de balas en 2006, cuando había salido a celebrar su despedida de soltero, a los 23 años.
La Casa Blanca, que se solidarizó con la familia, envió a tres funcionarios al funeral: Broderick Johnson, que lidera la iniciativa para aumentar las oportunidades educativas y sociales de las minorías y dos representantes de la Oficina de Relación con el Público, Heather Foster y Marlon Marshall.
Una de las últimas en hablar fue Cal Brown, la madrastra del jóven asesinado: "Mi Brown quería ir a la universidad, quería tener su propia familia...no voy a llorar. El no lo querría".
Fuente: Télam