El culto de la personalidad está diseñado para llegar a todos los estratos de la población. Los retratos de Saddam Hussein campean por doquier, con los más diversos atuendos (turista, juez, militar o presidente), pero nadie lo ha visto personalmente desde hace ya muchas horas.
Los servicios de inteligencia anglo-norteamericanos que quieren localizarlo a fin de determinar si murió o está herido tienen que vérselas con un líder considerado gran maestro en el arte de la disimulación.. (Télam-SNI).-