"Juro que aplicaré la Constitución y las leyes y que trabajaré siempre por el interés general del pueblo heleno", repitió Tsipras, como lo hizo el 26 de enero pasado, negándose a incluir el juramento religioso, una tradición para la mayoría de la clase dirigente griega.
El flamante premier, de 41 años, no habló a la nación y sólo se limitó a firmar, junto con el presidente de la República, Prokopis Pavlopulos, el decreto de nombramiento del nuevo gobierno, que otra vez estará formado por Syriza y su socio menor, los nacionalistas de extrema derecha Griegos Independientes.
Tras siete meses de desgastantes negociaciones con los acreedores de la eurozona y en especial después del giro ideológico que Tsipras dio en julio al aceptar un nuevo ajuste y un masivo achicamiento del Estado griego, el apoyo de Syriza en las urnas cayó levemente y pasó de tener 149 bancas a 145.
Luego de firmar un nuevo paquete de ajuste y reformas neoliberales, el ala de izquierda de Syriza abrió un fuerte debate interno en la fuerza y finalmente rompió con el gobierno, quitándole más de 30 votos vitales en el Parlamento.
Tsipras aceptó un fuerte aumento del IVA, un recorte de las jubilaciones, una flexibilización del mercado laboral, una reforma del instituto de estadísticas nacional y del Código Civil, y la promesa de impulsar un descarnado proceso de privatizaciones por un monto de 50.000 millones de euros.
Además, los países de la zona euro, con Alemania a la cabeza, consiguieron imponer a Tsipras una promesa para "despolitizar" la administración pública griega e implementar "recortes automáticos al presupuesto".
A cambio, el premier griego recibió un compromiso de la eurozona para inyectar 86.000 millones de euros durante los próximos tres años y prometió que tomará cinco años más superar la crisis económica, que ya redujo el PBI en un 25% y mantiene a la mitad de los jóvenes sin empleo.
El acuerdo con la eurozona contradijo el avasallante 'no' a la austeridad que votó más del 60% de los griegos a principio de julio en un referéndum que había sido convocado por el propio Tsipras.
Sin embargo, ayer Tsipras y su promesa de seguir peleando para reducir lo más posible los efectos recesivos del acuerdo que él mismo firmó ganaron en las urnas con más del 35% de los votos, en contra, otra vez, de todos los pronósticos de las encuestas.
Segundo fueron los conservadores de Nueva Democracia (ND), del líder Vangelis Meimarakis, con un 28,1%.
Embanderados en la nueva fuerza Unidad Popular, el sector izquierdista que rompió con Syriza y forzó la convocatoria de elecciones anticipadas apenas obtuvo 2,8% en las urnas ayer, lo que significa que quedó a 0,2% del umbral electoral y, por lo tanto, fuera del nuevo Parlamento.
Los socios de extrema derecha de Tsipras en el gobierno también sufrieron un retroceso en las urnas ayer.
Los Griegos Independientes pasaron de tener 13 bancas en el Parlamento a ganar ayer 10. Sin embargo, esos escaños fueron suficientes para que Tsipras sumara el apoyo de 155 de los 300 diputados, cuatro más de los necesarios para formar gobierno.
Poco antes de la jura, Tsipras cumplió con la formalidad requerida y anunció oficialmente su decisión de reeditar la alianza gubernamental con esta fuerza que combina una doctrina xenófoba y anti inmigrantes con una crítica a las medidas de ajuste y austeridad impulsada por la Unión Europea (UE), con la Alemania de Angela Merkel a la cabeza.
Su decisión fue rápidamente criticada por el presidente del Europarlamento, Martin Schultz, un hombre que este año actuó como un vocero de facto de los acreedores de la eurozona y un dirigente que opinó sin tapujos sobre la política interna griega.
Schultz contó a la emisora Radio France Internacional que llamó a Tsipras para felicitarlo por su victoria ayer en las urnas y que, más tarde, lo volvió a llamar.
"Lo llamé por segunda vez para preguntarle por qué mantiene la cooperación con este particular partido de extrema derecha", relató y agregó que, para él, los partidos más tradicionales, como ND o los socialdemócratas del Pasok, hubieran sido una mejor opción.
Dentro de Syriza, en tanto, defienden la alianza al afirmar que ND y Pasok son parte de la vieja dirigencia bipartidista que negoció sin reparos ni críticas las políticas de ajuste desde que estalló la crisis económica en el país y en el sur de Europa, en 2009.
Pese a la ruptura de Syriza y a haber firmado un nuevo ajuste con los acreedores europeos, Tsipras sigue reivindicando a su gobierno como el más apto para defender desde los principios de la izquierda a Grecia frente a los embates neoliberales de las grandes potencias económicas de la Eurozona, Alemania principalmente.
Un día después de su victoria electoral, todos festejaron, la mayoría de los griegos y los líderes más poderosos de Europa.
Sin embargo, para el ex ministro de Finanzas griego y una de las voces que mejor expresaron la desilusión después del giro de Tsipras, Yanis Varoufakis, la victoria de ayer no fue del líder de Syriza, sino de la troika de acreedores, compuesta por la Comisión Europea, Banco Central Europeo y el FMI.
"Durante los últimos cinco años, las leyes escritas por la troika fueron aprobadas por el Parlamento con mayorías ajustadas, quitándole el sueño a sus autores. Ahora las leyes necesarias para garantizar el tercer salvataje (financiero) serán aprobadas con amplias mayorías porque Syriza ya se comprometió", alertó hoy en una columna de opinión publicada en el diario británico The Guardian.
"Casi todos los diputados opositores (con la excepción de los comunistas del KKE y los nazis de Amanecer Dorado) también están a favor", remató para explicar por qué el futuro de Grecia es cuanto menos "desalentador".
Fuente: Télam
