Otros expertos, como Gabriel Serne, de Oxford Economics, la contracción de la economía podría llegar hasta el 8%, un porcentaje muy elevado al que el país llega en un plazo muy breve, si se compara con la caída del 11% sufrida por el PIB de Argentina a lo largo de la recesión que vivió entre 1998 y 2001.
Justamente esta aceleración del ritmo de la crisis ucraniana es lo que está llevando a economistas y funcionarios de organismos internacionales a pensar que el país podría caer en default y atravesar una depresión al estilo de lo ocurrido en Grecia desde 2010.
La relación entre la deuda externa y el PIB de Ucrania pasaría este año del 40% al 62%, con una proyección de crecimiento de hasta el 87% en 2018, siempre que las condiciones generales y las principales variables económicas no sufran un desplome de envergadura.
En este sentido, el desarrollo de la guerra no contribuye al optimismo de los observadores.
La separación de la península de Crimea y su absorción por parte de Rusia, así como la de otras importantes regiones del este como Donetsk y Lugnask, han golpeado duramente los resultados económicos de Ucrania.
En toda la región oriental, los combates que tienen lugar entre el ejército ucraniano, con ayuda en ascenso de Europa y Estados Unidos, y los milicianos separatistas pro-rusos, con el apoyo transparente de Moscú, han destruido buena parte de la más moderna infraestructura de esa zona del país.
Así, las plantas fabriles, las carreteras, vías férreas, y el aeropuerto de Donetsk, han resultado destruídos y todo indica que el agravamiento de la lucha, si no media un acuerdo rápido entre Kiev y Moscú, harán empeorar aún más esta situación.
De allí los pronósticos mencionados anteriormente sobre un deterioro mayor de los porcentajes de caída del PIB de aquí a finales de 2014.
Desde el punto de vista macroeconómico, la separación de las regiones orientales ha repercutido muy negativamente, ya que las dos provincias rebeldes mencionadas aportaban el 16% del PIB de Ucrania, además de representar el 25% de las exportaciones y de la producción de bienes industriales y de los servicios.
Lógicamente, la traducción financiera de esta catástrofe material se refleja en que la moneda nacional, el grivna, ha caído hasta cotizar a 13 unidades por dólar estadounidense.
La mayor preocupación, en este campo, del Gobierno del presidente Piotr Poroshenko, de los funcionarios del FMI y de las autoridades de la Unión Europea (UE), es que esta degradación de la moneda termine afectando al sistema financiero, esto es, creando una crisis monetaria que derribe a los bancos.
Sumado a todo esto, Poroshenko está bajo una fuerte presión de la UE y del FMI para que, de una vez por todas, ponga en marcha las reformas económicas comprometidas, fundamentalmente las que suponen la liquidación de los subsidios a las tarifas de la energía, tanto para la población como para numerosas empresas.
El consumo de energía es el mayor problema que enfrenta Ucrania y esto es lo que alimenta la bola de nieve de la deuda pública que, a su vez, incrementa los riesgos de impago de la misma en condiciones de guerra civil que golpean al corazón de la economía.
Las exigencias europeas y del Fondo implican un recorte de unos subsidios que representan la friolera del 7,5% del PIB ucraniano, lo que traerá como consecuencia un descomunal aumento de las tarifas que pagan los usuarios, en gran parte empobrecidos jubilados y gente sin recursos.
El temor político a la reacción popular es lo que viene paralizando a Poroshenko en la toma de esta decisión, máxime cuando una reacción social negativa podría romper el frente interno que lo sostiene en su enfrentamiento con Rusia por el este de Ucrania.
A juicio de grandes consultoras y bancos internacionales, lo que decidirá si Ucrania cae en suspensión de pagos de su deuda y en una forzosa reestructuración con quita del valor de sus títulos, es el devenir de la guerra.
Las actuales negociaciones entre Poroshenko y el presidente ruso, Vladimir Putin,ilustran el interés de Kiev de buscar una salida a la guerra y, al mismo tiempo, evitar una ruptura definitiva con Rusia, que le suministra la mitad del gas que consume Ucrania.
La complejidad de los factores en juego (guerra civil, problema energético, presiones del capital internacional para acometer reformas sociales complejas, elevada deuda y tormentosa relación con Rusia) configuran un cuadro de crisis nacional y regional de carácter extraordinario por sus posibles consecuencias.
Fuente: Télam