Esa noche, Capriles anunció que aceptaba ser el postulante de la Mesa de Unidad Democrática (MUD, la coalición de 17 partidos que nuclea a prácticamente toda la oposición) para las elecciones del 14 de abril y desató un contrapunto verbal con Maduro que desde entonces viene in crescendo.
Asimismo, los dos grandes competidores -hay otros cinco inscriptos, pero nadie les asigna probabilidad de éxito- eligieron iniciar esta última etapa proselitista en Barinas, mucho más significativa por ser la capital del estado homónimo en una de cuyas ciudades (Sabaneta) nació Chávez que por el peso electoral que le confiere su relativamente escasa población.
Aunque los dos pensaban hacer su acto allí el martes, será Maduro el que tenga la iniciativa, luego de que Capriles resolviera postergar el suyo por un día, porque "la batalla electoral no puede poner en riesgo al pueblo".
Es que el comando de la campaña de la MUD había escogido para ello un sitio ubicado apenas a dos cuadras del elegido por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) gobernante para hacer el suyo, anunciado con mayor antelación, lo que causó el enojo de Maduro, quien está en Barinas desde ayer.
"La derecha ha decidido hacer una campaña electoral de violencia; tengo las pruebas de lo que ellos están planeando, y el primer acto de violencia lo han decidido hacer el martes en Barinas, por eso el burguesito decidió venir a provocar al pueblo de Barinas, mandando un mensaje de violencia", sostuvo el mandatario interino.
"Siendo Barinas la tierra natal de nuestro comandante en jefe, nosotros anunciamos hace cinco días que venimos para acá porque vamos a cumplir la misma ruta de la ofensiva final del comandante cuando arrancó (el año pasado) su campaña desde Sabaneta a Miraflores (sede del gobierno) y cumplió", agregó Maduro.
Mientras tanto, Venezuela ofrece estos días varios condimentos similares a los de los períodos preelectorales de los últimos siete u ocho años, pero también algunos elementos singulares, entre los que el más destacado es, obviamente, la ausencia física de Chávez.
Entre las similitudes se registran los discursos aparentemente monolíticos de dos sectores antagónicos -aun cuando al interior de cada uno de ellos, sobre todo en el caso de la MUD, haya matices más o menos evidentes- y las folclóricas acusaciones de que el adversario no respetará el resultado electoral, cosa que hasta ahora nunca se verificó.
También el singular panorama de las encuestas, que, con resultados bastante diferentes, coinciden sin embargo en vaticinar un cómodo triunfo de Maduro, incluso más holgado que el que obtuvo Chávez el 7 de octubre pasado frente al mismo Capriles, el opositor que mejor resultado electoral obtuvo frente al líder muerto.
La cuestión de las encuestas -como lo explicó la consultora VenEconomía en un extenso trabajo que difundió en junio pasado- radica en la diversidad de metodologías, especialmente a la hora de seleccionar los universos, ante el problema insoluble de que no sólo el voto no es obligatorio, sino que también es voluntaria la inscripción en el padrón.
Entre las novedades de esta campaña, en cambio, se destacan dos candidatos que adoptaron un perfil mucho más combativo que el que los había distinguido hasta el 10 de marzo.
Maduro, de quien propios y extraños elogian su capacidad de negociación y conciliación, desarrollada especialmente en los más de seis años en que fue canciller, está ahora al frente de un proyecto político que tiene en la movilización popular y en la motivación de sus militantes una de sus herramientas principales.
Y Capriles, que había hecho un culto de su moderación -incluso para irritación de no pocos sectores de la MUD-, puso en escena una impaciencia hacia Maduro que no había tenido hacia Chávez, aunque, paradójicamente, reconoce ahora, mucho más que en la carrera hacia octubre pasado, la validez de muchas de las políticas sociales del chavismo.
Fuente: Télam