La vida allá no le fue muy fácil a Rocca. Si bien vivía tranquilo según contó, el dinero que le pagan por hacer escenografías y/o montajes de obra, siempre tuvo la inquietud de tener un trabajo independiente.
Fue así que un día –según contó- sentado en la vereda de su apartamento tomo una botella de gaseosa de material de plástico y comenzó a trabajarla. “tenía en claro que quería hacer, que quería inventar algo original que no tuviera competencia, que no se hubiera visto y esa fue la búsqueda”, expreso.
Días después averigüé como se podía trabajar el plástico de las botellas para que fuera más fácil su moldeado y, así llegue hasta un lugar donde vendían estas láminas. “Lo que hacían allí era reutilizarse las botellas transparentes y convertirlas en láminas. Con las mismas comencé a formar los cuerpos de los insectos, como la libélula, la baquita de San Antonio, el salta monte y el mosquito. Luego, las pintaba una por una a las laminas con transparencia por la parte de adentro del cuerpo, buscando protegerla de rayones”, explico el joven artesano. Para completar su arte, Julián probó con diversos elementos que le permitieran hacer los ojos de los insectos, pero nada lo convenció hasta que encontró los coladores para tés de infusión. “Fue el mejor material que puede hallar para realizar este trabajo. Note también que a la gente le gusta mucho y le llama la atención este detalle. Mis primeras obras las vendían a personas conocidas, amigas y por su intermedio a otra gente. Así, por necesidad me hice de mi propio ingreso”.
Si bien, el artesano lleva creando estos insectos porta lámparas casi diez años, esta es la primera vez que participa de la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, “recién el año pasado regrese al país y ahora puedo participar de esta fiesta. Noto que a la gente le interesa lo que hago, se acerca pregunta y también compran”, concluyó Julián Rocca.